IX Certamen Concurso Municipal de Redacción Escolar. Cartas a ...

Las fuerzas me fallan, mis ojos no ven imágenes claras; respirar se hace
más difícil y me caigo. Mis manos pálidas tiemblan, tapan las heridas, -al menos se
ha ido- pienso. Me doy cuenta de que necesito escribirte, contarte todo lo que ha
pasado. Un suspiro aliviado sale de mi boca cuando me doy cuenta de que te tengo
cerca, de que duermes. ¡Sueña, pequeño, sueña!
Mi mente comienza a recordar unos versos que tantas veces me han comprendido,
aunque ese no fuera su destino:
Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde... El día
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.
No creí que todo fuera a acabar así, que este fuera el final, pero me alegro,
pues al menos es eso, un final, señal de que no sufriré más. Ha conseguido sus propósitos;
se ha ido, dejándome abandonada en este gélido suelo, mientras la sangre
va abandonando mi cuerpo dolorido, como hielo derritiéndose cuando el sol le saluda,
y mientras recuerdo tus ojitos dulces, despiertos y brillantes que me dan esperanza
para aferrarme a la vida. ¡Duerme, hijo, duerme! Mantente fuera de esto un
poquito más.
Tu padre no siempre me ha hecho daño. Antes era protector, se preocupaba
por mí. Recuerdo varias tardes felices e ignorantes, aislados, luego comenzó a
salir otro hombre de él, alguien a quien no reconocía, alguien que me gritaba, me amenazaba,
me pegaba. Me culpaba de todo y de nada. Aquél era un insaciable ser que
me reprochaba mis defectos y los suyos sin saberlo, me hacía pagar por todos ellos
y yo, ¡ingenua de mí!, me sentía culpable.
Cartas a un maltratador v 19 v