IX Certamen Concurso Municipal de Redacción Escolar. Cartas a ...

Ocurrió hace más de un año, pero yo lo recuerdo como si fuera ayer. Sólo
ocurrió una vez, pero fue suficiente para comprender la impotencia que sufre una persona
cuando no puede defenderse y se siente débil e inferior por no ser fuerte. Sentí
en primera persona tu humillación cuando yo sólo quería ayudarte. Quizás no fuera
el mejor momento, quizás te sentiste amenazado por la claridad de mis palabras. No
lo sé, sólo sé que mis intenciones eran buenas.
Quise acabar con la mediocridad de nuestros días, hacerte ver que la vida
es algo hermoso y que debes cuidar de los que tienes alrededor. Ése era el único
modo de ser feliz. Yo lo sabía y por eso quería decírtelo, porque eres mi padre y yo,
en el fondo, te quiero. A tu alrededor causabas lágrimas, rencor y tristeza, pero tú
no lo veías. Por ello me sentí en la obligación de ayudarte, de hablarte y de sacar
esos oscuros y misteriosos sentimientos que siempre has albergado tras esa mirada
triste. Aquel día todos nos evitábamos y la tensión podía cortarse con un cuchillo, ¿lo
recuerdas? Yo te animé a terminar con aquella absurda situación. Tú, el padre de
familia, debía acabar con aquello.
Tenías que ser valiente y arreglarlo. Te pregunté cuál era el motivo de tu
desolación. No merecía la pena vivir en ese estado continuo de amargura cuando en
realidad no había ningún motivo que lo causara.
Tu reacción me dejó helada. No recuerdo tus palabras, las cuales, seguramente
preferí olvidar. Lo que no soy capaz de arrancar de mi memoria fue tu mirada,
llena de odio y de rencor. Tus facciones cambiaron, se transformaron en las de
un perro rabioso. Gritabas y tus gestos eran cada vez más y más violentos. Esa bestia
ya no era mi padre y sin ninguna duda ibas a descargar toda tu furia contra mí.
Mientras te ensañabas conmigo me hiciste comprender que eras la máxima autoridad,
simplemente por tener más fuerza que yo.
Cartas a un maltratador v 25 v