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TEORÍAS DEL BARROCO Alejandro García Malpica Resumen Se ...

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<strong>Alejandro</strong> <strong>García</strong> <strong>Malpica</strong><br />

quisiera nuevamente apropiarse y rescatar al barroco, quisiera<br />

recobrárselo a la lengua doxológica empleada por los “bárbaros” que lo<br />

violenta con su homogeneidad, y su vulgaridad reducidas al neo-riquismo,<br />

al Xanadú Hollywoodense de las burguesías y al populismo consumista.<br />

Es el caso de Jean Rousset quien se despide lloroso y siente su impotencia<br />

para contener la “carnavalización” (empleo la noción de Bakhtine) referida<br />

anteriormente. El autor de La littérature francaise de l´age baroque<br />

(Rousset, 1953:312) se lamenta de las vicisitudes y las infidelidades por<br />

las que ha pasado el barroco en cuanto a su designación. ¡Él, quien lo<br />

había redescubierto y promocionado!; quien le había identificado sus<br />

marcas temáticas, en la máscara, en la nube, Circe y el Pavo Real, en el<br />

espejo, en la burbuja, en la inconstancia, en lo efímero y en Don Juan, no<br />

podía soportar semejante perfidia. Pero, precisamente, Rousset, el<br />

conocedor de sus características se había olvidado que el barroco es<br />

como Don Juan, pues lanza su esperma heterotópica en diversos lechos,<br />

en el sagrado de las damas, sin importarle el estatus social a quien se la<br />

derrama; se burla de las definiciones rígidas o monológicas; ¿Acaso el<br />

¿barroco? O ¿Don Juan? ¡no es inconstante, como Rousset lo describe!.<br />

El barroco como el seductor pone en cuestión la futilidad de las<br />

disyunciones sociales., las separaciones entre “cultos” y “bárbaros”, pues<br />

él es la expresión del Deseo y aparece en los distintos lugares sociales<br />

donde hablan los cuerpos, inclusive y como veremos más adelante, hasta<br />

en la parte femenina de Dios. El barroco como Don Juan inyecta la<br />

ambigüedad y el desorden, es decir, la pluralidad en un mundo dominado<br />

por el orden y la razón. Ya nos lo advertía Tirso de Molina, probablemente<br />

antes de 1625: “Guárdense todos de un hombre/que a las mujeres engaña/<br />

y es burlador de España”(versos 1485-89/1980:87). Así como Don Juan,<br />

errancia, fugas, multiplicidad, una panoplia de movimientos y torsiones<br />

expresan la polifonía nocional del barroco (1). Por su infidelidad (¿la de<br />

quién?, ¿la del barroco? o ¿la del deseo? ¿no será una batología de las<br />

que le gustaban a Roland Barthes?), por su felonía, Jean Rousset le da<br />

su “Adieu au baroque”: “ ¿Es necesario abandonar lo que se ha amado,<br />

quizá indiscretamente? <strong>Se</strong>ría abandonarse a sí mismo. No es justo ni<br />

elegante aparentar quemar lo que uno ha adorado, sobre todo, si uno

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