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TEORÍAS DEL BARROCO Alejandro García Malpica Resumen Se ...

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<strong>Alejandro</strong> <strong>García</strong> <strong>Malpica</strong><br />

armonía, el “buen gusto”, la Razón. Dicho de otra manera, el barroco se<br />

contrapone a clásico, se contrapone a Razón. En tal noción, parece que<br />

no existe según la opinión abrogadora del clasicismo, “un equilibrio interior<br />

y profundo”, que el barroco no posee la serenidad del artista que busca<br />

la perfección acabada”, sino que él domina la desmesura, “la falta de<br />

reglas” y el “capricho”. Tiene razón Benito Pelegrín (1983:21) al afirmar<br />

que el barroco es atacado por la rabia y por los estragos del Cartesianismo.<br />

Descartes lo decía: “el buen sentido, es la cosa del mundo mejor<br />

compartida”. Ese “buen sentido”, esa sabiduría razonable, la media del<br />

consenso social, ese espíritu natural, denotado, compartido por todos,<br />

ese saber que clasifica a las mixturas confusas en términos de identidad<br />

y diferencia y que no acepta más los “trompe-l´oeil, de la ilusión cómica,<br />

del teatro que se desdobla y representa un teatro, del quid pro quo de los<br />

sueños y de las visiones” (Foucault, 1966:65), ejerce con su tranquilidad,<br />

su mesura, una violencia terrible con su sentido único, homogenizador,<br />

pues es la voz imperialista de la ortodoxia que se asume como la fuerza<br />

de lo mayoritario, de la oficialidad, del “aparato de captura”, del Estado,<br />

de la sintaxis, de la socialidad, de la familia, que reprime a todos los<br />

sentidos “prohibidos”, condena a lo insensato, a la locura, a la desviación<br />

y excluye a los desordenes renovadores que infringen las máquinas de<br />

guerra en el corazón mismo de lo clásico. La forma de lo clásico ha sido<br />

la mirada despectiva hacia lo barroco, forma como nos dice Pelegrín,<br />

que es conforme y quisiera ser uniforme.<br />

Reinado de la avaricia. Al menos Jacob Burckhardt fue uno de los<br />

primeros en escribir sobre el Barroco. En 1860, en su Cicerone (1953),<br />

lo condenaba como un arte inferior al del Renacimiento. Orientado en la<br />

teoría neoclásica y en su consecuente racionalismo este historiador vio,<br />

sin embargo, más allá del antinaturalismo y las torsiones, una derivación,<br />

un pasaje entre el Renacimiento y el Barroco. Pero es Heinrich Wölfflin<br />

el que irradia las nociones barrocas hasta extenderlas al campo de la<br />

literatura. Establece los contrastes del luminismo y el tenebrismo que<br />

serán las constantes barrocas. En su libro: Conceptos fundamentales en<br />

la Historia del Arte (1961), escrito en 1915, oponía dentro de sus antítesis<br />

el barroco al Renacimiento clásico, los veía como dos estilos diferentes.

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