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Biblia NVI Antiguo Testamento - Iglesia Anglicana Cristo Redentor

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10 Así que fueron a la ciudad y llamaron a los centinelas. Les dijeron:<br />

«Fuimos al campamento de los sirios y ya no había nadie allí. Sólo se oía a los<br />

caballos y asnos, que estaban atados. Y las tiendas las dejaron tal como<br />

estaban.» 11 Los centinelas, a voz en cuello, hicieron llegar la noticia hasta el<br />

interior del palacio. 12 Aunque era de noche, el rey se levantó y les dijo a sus<br />

ministros:<br />

—Déjenme decirles lo que esos sirios están tramando contra nosotros.<br />

Como saben que estamos pasando hambre, han abandonado el campamento y<br />

se han escondido en el campo. Lo que quieren es que salgamos, para<br />

atraparnos vivos y entrar en la ciudad.<br />

13 Uno de sus ministros propuso:<br />

—Que salgan algunos hombres con cinco de los caballos que aún quedan<br />

aquí. Si mueren, no les irá peor que a la multitud de israelitas que está por<br />

perecer. ¡Enviémoslos a ver qué pasa!<br />

14 De inmediato los hombres tomaron dos carros con caballos, y el rey los<br />

mandó al campamento del ejército sirio, con instrucciones de que investigaran.<br />

15 Llegaron hasta el Jordán, y vieron que todo el camino estaba lleno de ropa y<br />

de objetos que los sirios habían arrojado al huir precipitadamente. De modo<br />

que regresaron los mensajeros e informaron al rey, 16 y el pueblo salió a<br />

saquear el campamento sirio. Y tal como la palabra del SEÑOR lo había dado a<br />

conocer, se pudo comprar una medida de flor de harina con una sola moneda<br />

de plata, y hasta una doble medida de cebada por el mismo precio.<br />

17 El rey le había ordenado a su ayudante personal que vigilara la entrada de<br />

la ciudad, pero el pueblo lo atropelló ahí mismo, y así se cumplió lo que había<br />

dicho el hombre de Dios cuando el rey fue a verlo. 18 De hecho, cuando el<br />

hombre de Dios le dijo al rey: «Mañana a estas horas, a la entrada de Samaria,<br />

podrá comprarse una doble medida de cebada con una sola moneda de plata,<br />

y una medida de flor de harina por el mismo precio», 19 ese oficial había<br />

replicado: «¡No me digas! Aun si el SEÑOR abriera las ventanas del cielo, ¡no<br />

podría suceder tal cosa!» De modo que el hombre de Dios respondió: «Pues lo<br />

verás con tus propios ojos, pero no llegarás a comerlo.» 20 En efecto, así<br />

ocurrió: el pueblo lo atropelló a la entrada de la ciudad, y allí murió.

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