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tribus que estaban en lo que era para ese entonces Israel, fueron esparcidas por
todo el imperio, y se trajeron moradores de otros lugares para poblar este territorio,
lo que trajo como consecuencia un nuevo pueblo de personas mezcladas entre
estas tribus y los otros pobladores, dando como resultado el grupo étnico
llamados samaritanos. Muchos años después de esa época, ya en el Nuevo
Testamento, Jesús tuvo un encuentro con una mujer samaritana, y fue este el tema
de la conversación: la sed de Dios de estas gentes.
El desprecio y la contaminación espiritual del pueblo de Israel, en el que
ellos solo estaban preocupados por su confort, su bienestar económico, traería un
castigo que incluiría un vacío que lo llevaría a buscar de aquí para allá en la
palabra del Señor, pero no la encontrarían.
Esta declaración de juicio concluye con este verso catorce donde describe
cómo la nación de Israel llegó hasta sentirse orgulloso de la idolatría que
practicaban cuando dice: “Viva tu dios, oh Dan", y "Viva el camino de Beerseba”
por esta razón venía la destrucción total de la nación de Israel, cuando Dios dice
caerán y nunca más se levantarán. Esta declaración se cumplió con el cautiverio,
con la restauración, el único grupo que fue a la reconstrucción fue el pueblo de
Judá, porque Israel nunca más se levantó. A pesar de que algunos historiadores
dicen que algunas personas del reino de Israel volvieron con la restauración,
especialmente algunos levitas y sacerdotes, pero el pueblo como tal jamás volvió a
reunirse. El nuevo pueblo de Israel post-restauración fue de la tribu de Judá y de
Benjamín.
9:1 Vi al Señor de pie junto al altar, y me dijo: Golpea los
capiteles y que se estremezcan los umbrales, y rómpelos
sobre la cabeza de todos. Entonces mataré a espada al resto
de ellos; no habrá entre ellos fugitivo que huya, ni
refugiado de ellos que escape.
9:2 Aunque caven hasta el Seol, de allí los tomará mi mano;
y aunque suban al cielo, de allí los haré bajar.
9:3 Aunque se escondan en la cumbre del Carmelo, allí los
buscaré y los tomaré; aunque se oculten de mis ojos en el
fondo del mar, allí ordenaré a la serpiente que los muerda.
9:4 Aunque vayan al cautiverio delante de sus enemigos, allí
ordenaré a la espada que los mate, y pondré sobre ellos mis
ojos para mal y no para bien.
En esta ultima visión que se inicia en el verso uno, el profeta describe al
Señor mismo dirigiendo la destrucción del altar, todo el material, desde arriba
hasta abajo; de ellos no habrá escape en ningún lugar, ni en el ámbito
sobrenatural como el cielo, y el seol, ni en la creación física como dice el verso
tres como es el monte Carmelo, tampoco en el fondo del mar, porque allí ordenará
a la serpiente que los muerda. Esta figura de la serpiente marina es una mitología
del medio oriente, y aquí el profeta inspirado por Dios quiere significar que no hay
forma de escapar del juicio de Dios, Amós fuerza a la mitología para que sirva a la
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