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Ellis, Bret Easton -Los Confidentes _C1234_[rtf].rtf - Jack Kerouac

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—Resulta todo tan sin sentido... Continúo viendo al doctor Scott todos los días y sigo esa<br />

terapia y él no deja de decir «Saldrá adelante, saldrá adelante» y yo siempre le pregunto «¿Qué<br />

es eso de que saldré adelante», «¿Qué es eso de que saldré adelante?». Y luego... —Mi madre se<br />

interrumpe, sin aliento.<br />

—¿Todavía te receta Demerol?<br />

—Sí —dice ella, suspirando—. Todavía sigo con el Demerol.<br />

—Bien, eso está... bien.<br />

La voz de mi madre se vuelve a quebrar.<br />

—No sé si podré seguir tomándolo. Mi piel, está toda... mi piel...<br />

—Por favor.<br />

—... amarilla. Está toda amarilla.<br />

Enciendo un pitillo.<br />

—Por favor. —Cierro los ojos—. Todo irá perfectamente.<br />

—¿Dónde están Graham y Susan?<br />

—Están... en clase —digo yo, tratando de no parecer demasiado dubitativa.<br />

—Me habría gustado hablar con ellos —dice—. A veces los echo de menos, ya sabes.<br />

Apago el pitillo.<br />

—Sí. Bien. También ellos... te echan de menos, ya sabes, sí... —Lo sé.<br />

Tratando de entablar conversación, pregunto:<br />

—Oye, ¿que has hecho últimamente?<br />

—Acabo de volver de la clínica y me dedicaba a ordenar el desván y encontré aquellas fotos<br />

que sacamos aquellas Navidades en Nueva York. Las estaba buscando. Tú tenías doce años.<br />

Cuando nos alojamos en el Carlyle.<br />

En los últimos quince días mi madre parece que siempre está ordenando el desván y<br />

encontrando las mismas fotografías de aquellas Navidades en Nueva York. Recuerdo vagamente<br />

las Navidades. Las horas que tardó en elegir un vestido para que me lo pusiese en Nochebuena,<br />

luego el modo en que me cepilló el pelo con toques que se prolongaban mucho. Un espectáculo<br />

de Navidad en Radio City Music Hall y el bastón de caramelo que comí durante el espectáculo,<br />

que parecía un Santa Claus delgado y asustado. Además, estaba la noche en que mi padre<br />

apareció borracho en el Plaza y la pelea entre mis padres en el taxi durante el camino de vuelta<br />

al Carlyle y cómo les oí discutir aquella misma noche, más tarde, y que se rompían copas o vasos<br />

en la habitación de al lado de la mía. Una cena de Navidad en La Grenouille, en la que mi padre<br />

intentó besar a mi madre y ella se apartó. Pero lo que recuerdo con más claridad y lo que más<br />

me asusta es que durante ese viaje no nos hicimos fotos.<br />

—¿Cómo está William? —pregunta mi madre cuando no le comento nada de las fotos.<br />

—¿Qué? —pregunto yo, sorprendida, retomando la conversación.<br />

—William. Tu marido —y luego, con cierto retintín—: Mi yerno. William.<br />

—Está bien. Bien. Está bien. —La actriz de la mesa vecina a la nuestra de ayer por la noche en<br />

Spago besó al surfista en la boca cuando él quitó con un cuchillo el caviar de la pizza, y cuando<br />

me levanté para irme, me sonrió. Mi madre, con la piel amarilla, su cuerpo delgado y frágil<br />

debido a la falta de alimento, se muere en una casa enorme y vacía que da a la bahía de San<br />

Francisco. El chico que se ocupa de la piscina ha puesto trampas con mantequilla de cacahuete<br />

en el borde de la piscina. Sin precisión, con desgana.<br />

—Me alegro.

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