Ellis, Bret Easton -Los Confidentes _C1234_[rtf].rtf - Jack Kerouac
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—Tan bien como la mayoría de los padres y los hijos —digo.<br />
—Es una pena —dice ella, mirándome. Se aparta del foco y se sienta en el banco junto a mí—.<br />
A lo mejor no te quiere. —Se quita la flor del pelo y la huele—. Pero supongo que es lo justo,<br />
porque tú tampoco le quieres.<br />
—¿Crees que mi hijo es guapo? —pregunto.<br />
—Sí. Mucho —dice—. ¿Por qué?<br />
—Sólo quería saberlo. —Me encojo de hombros. Una de las mantas sube a la superficie y salpica<br />
agua con la aleta.<br />
—¿De qué hablasteis esta tarde? —pregunto.<br />
—No hablamos mucho. ¿Por qué?<br />
—Sólo quería saberlo.<br />
—De algunas cosas.<br />
—¿De qué cosas? —la animo—. Rachel.<br />
—De cosas, simplemente.<br />
Contemplamos las mantas. Una de ellas se aleja. La otra continúa bajo el resplandor del foco.<br />
—¿Te habló de mí? —pregunto.<br />
—¿Por qué?<br />
—Lo quiero saber.<br />
—¿Por qué? —Sonríe, tímidamente.<br />
—Quiero saber lo que cuenta de mí.<br />
—No dijo nada.<br />
—¿De verdad? —pregunto, levemente sorprendido.<br />
—No habló de ti.<br />
La manta sigue flotando en la luz.<br />
—No te creo —digo yo.<br />
—No tienes otro remedio —dice ella.<br />
Al día siguiente, Tim y yo estamos en la playa, bajo un cielo tranquilo y despejado, jugando<br />
al backgammon. Gano yo. Él escucha su walkman, sin mostrar interés por el desarrollo del juego.<br />
Mira hacia la playa con un rostro desprovisto de emoción. Lanza los dados. Un pequeño pájaro<br />
rojo aterriza en nuestra sombrilla verde. Rachel se nos acerca, con un lei rosa y un pequeño<br />
bikini azul, sorbiendo una Perrier con una paja.<br />
—Hola, Les. Hola, Tim —dice, muy contenta—. Un buen día.<br />
—Hola Rachel —digo yo, alzando la vista del tablero del backgammon, sonriendo.<br />
Tim asiente con la cabeza sin levantar la vista, sin quitarse las gafas de sol y sin despojarse<br />
del walkman. Rachel sigue allí de pie, mirándome primero a mí, luego a Tim.<br />
—Bien, después nos vemos —dice, titubeando.<br />
—Sí —digo yo—. Puede que en esa fiesta hawaiana.<br />
Tim no dice nada. Rachel se aleja, volviendo al hotel. Yo gano la partida. Tim suspira y se<br />
reclina en la tumbona y se quita las gafas de sol y se frota los ojos. Puede que la suerte no nos<br />
haya acompañado desde el principio. Yo también me reclino, mirando a Tim. Tim mira el mar<br />
que se extiende como una sábana azul hasta el horizonte, y puede que Tim esté mirando más<br />
allá del horizonte, decepcionado al encontrar más de lo mismo, y el día empieza a refrescar