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Todos estos detalles —así como otra serie de anotaciones de tipo igualmente social: el
lenguaje menos elaborado de Emigdio y don Ignacio, por ejemplo— ubican el mundo
de esta familia en una posición intermedia. Por una parte participa de algunas
características del latifundio-esclavista, fundamentalmente en cuanto a la posesión de
esclavos y tierra; pero, por otra parte, no es ni social ni económicamente integrante del
mundo aristocrático, e incluso está presentada la familia como significativamente
inferior en ambos aspectos a los grandes terratenientes. Por ello decimos que se ubica
social y económicamente en un sector intermedio entre el latifundista y el colono. Y
como se desprende de lo hasta ahora mencionado, la convivencia de los dos mundos
sociales no es del todo pacífica sino que, al contrario, está sembrada de tensiones tanto
sociales como económicas. Constátense, por ejemplo, los nombrados litigios entre don
Ignacio y don Jerónimo, la forma abiertamente burlona como Carlos trata a Emigdio y
la condescendencia paternalista con que el más humanitario Efraín lo acepta. Estas
tensiones son fácilmente comprensibles ya que Emigdio pertenece a un sector social
que, históricamente en las luchas, políticas de la época pone en jaque al gran latifundio-
esclavista.
Por esta razón no son inocentes algunos comentarios de Isaacs sobre el mundo
económico de Emigdio. Entre ellos podemos recordar la referencia que hace a las
condiciones de vida de los esclavos en la finca de Emigdio. Este pasaje ha sido
aplaudido por su imparcialidad. En efecto, un crítico afirma que:
Isaacs muestra la preocupación social del realista cuando censura (la esclavitud). De
manera típicamente Realista, no sermonea abiertamente, sino que manifiesta sus
sentimientos a través de la observación imparcial. En el capítulo V, Efraín nota que su
padre era muy humano con sus esclavos, pero no deja de registrar el hecho de que los
negros sólo eran felices “hasta donde es posible estarlo en la servidumbre”. En el
capítulo XIX, Efraín pregunta por qué un niño esclavo tiene un brazo mutilado. Su
amigo le responde que el niño metió el brazo en un trapiche. Emigdio se queja de la
estupidez de los negros y agrega que el único oficio que el muchacho puede hacer es
cuidar de los caballos. Efraín no hace ningún comentario, pero el hecho de que incluya
el episodio muestra que está desecho por esta falta de humanidad.
Pero McGrady no se da cuenta que, al expresar su idea en estos términos, se convierte
en otra víctima de la hábil manipulación que realiza el autor de los materiales de su
novela. Isaacs hábilmente obtiene este efecto al forzar un paralelo entre los dos pasajes,
llevando al lector a que atribuya todas las atrocidades de la esclavitud al sector social
que era el enemigo más importante de la clase de Isaacs en el campo —el sector
medio—, mientras que la propia clase de Efraín (y de Isaacs: el latifundio-esclavista)