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TRATADO DEL AMOR DE DIOS – San Francisco <strong>de</strong> Sales<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> mismos hace profesos a <strong>los</strong> novicios. Pero dirá alguno: Si yo reconozco que, por mi<br />

culpa, se retarda mi aprovechamiento en las virtu<strong>de</strong>s, ¿cómo puedo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> entristecerme y<br />

<strong>de</strong> inquietarme? Ya lo dije en la Introducción a la vida <strong>de</strong>vota, pero lo repito con gusto,<br />

porque es una cosa que nunca se dirá bastante: Conviene entristecerse por las faltas cometidas,<br />

pero con un arrepentimiento fuerte y sosegado, constante y tranquilo, más nunca turbulento,<br />

inquieto, <strong>de</strong>salentado. ¿Conocéis que vuestro retraso en el camino <strong>de</strong> la virtud es <strong>de</strong>bido<br />

a vuestras culpas?<br />

Pues bien, humillaos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Dios, implorad su misericordia, postraos en el acatamiento<br />

<strong>de</strong> su divina bondad, pedidle perdón, reconoced vuestra falta, solicitad su gracia al<br />

oído mismo <strong>de</strong> vuestro confesor y recibiréis la absolución; pero, una vez hecho esto, permaneced<br />

en paz, y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>testado la ofensa, abrazaos amorosamente con la humillación<br />

que sentís por vuestro retraso en el progreso espiritual.<br />

Las almas que están en el purgatorio, indudablemente están en él por sus pecados,<br />

que han <strong>de</strong>testado y <strong>de</strong>testan en gran manera; pero, en cuanto a la abyección y pena que<br />

sienten por estar privadas, durante algún tiempo, <strong>de</strong>l goce <strong>de</strong>l amor bienaventurado <strong>de</strong>l <strong>para</strong>íso,<br />

la sufren amorosamente y pronuncian con <strong>de</strong>voción el cántico <strong>de</strong> la justicia divina;<br />

Justo sois Señor, y rectos son vuestros juicios 344 . Esperemos, pues, con paciencia nuestro<br />

a<strong>de</strong>lanto, y, en lugar <strong>de</strong> inquietarnos por haber progresado tan poco en el pasado, procuremos<br />

obrar con más diligencia en el porvenir.<br />

VII Cómo <strong>de</strong>bemos unir nuestra voluntad con la <strong>de</strong> Dios en la permisión <strong>de</strong> <strong>los</strong> pecados<br />

Dios odia sumamente el pecado, y, sin embargo, lo permite muy sabiamente, <strong>para</strong><br />

<strong>de</strong>jar que la criatura racional obre según la condición <strong>de</strong> su naturaleza, cuando, pudiendo<br />

quebrantar la ley, no la quebrantan. Adoremos, pues, y bendigamos esta santa permisión.<br />

Mas, puesto que la Provi<strong>de</strong>ncia, que permite el pecado, lo odia infinitamente, <strong>de</strong>testémoslo<br />

con ella, odiémoslo, <strong>de</strong>seando con todas nuestras fuerzas que el pecado permitido no se cometa<br />

nunca; y, como consecuencia <strong>de</strong> este <strong>de</strong>seo, empleemos todos <strong>los</strong> remedios que estén a<br />

nuestro alcance <strong>para</strong> impedir el comienzo, al avance y el reino <strong>de</strong>l pecado, a imitación <strong>de</strong><br />

nuestro Señor, que no cesa <strong>de</strong> exhortar, <strong>de</strong> prometer, <strong>de</strong> amenazar, <strong>de</strong> prohibir, <strong>de</strong> mandar y<br />

<strong>de</strong> inspirar, <strong>para</strong> apartar nuestra voluntad <strong>de</strong>l pecado, en cuanto sea posible, sin <strong>de</strong>trimento<br />

<strong>de</strong> su libertad.<br />

Pero, una vez cometido el pecado, hagamos cuanto podamos <strong>para</strong> que sea borrado, a<br />

imitación <strong>de</strong> nuestro Señor, quien volvería a pa<strong>de</strong>cer la muerte <strong>para</strong> librar a una sola alma<br />

<strong>de</strong>l pecado. Pero, si el pecador se obstina, lloremos, Teótimo, suspiremos, roguemos por él,<br />

juntamente con el Salvador <strong>de</strong> nuestras almas, quien habiendo, durante su vida, <strong>de</strong>rramado<br />

muchas lágrimas por <strong>los</strong> pecadores, murió, finalmente, con <strong>los</strong> ojos anegados en llanto y con<br />

su cuerpo bañado en sangre, lamentando la muerte <strong>de</strong> el<strong>los</strong>. Este sentimiento conmovió tan<br />

vivamente a David, que <strong>de</strong>sfalleció su corazón: Desmayé <strong>de</strong> dolor, por causa <strong>de</strong> <strong>los</strong> pecadores<br />

que abandonaban tu ley 345 . Y el gran Apóstol confiesa que siente un continuo dolor 346<br />

por la obstinación <strong>de</strong> <strong>los</strong> judíos.<br />

Sin embargo, por obstinados que sean <strong>los</strong> pecadores, no nos <strong>de</strong>salentemos en su ayuda<br />

y servicio; porque ¿acaso sabemos si harán penitencia y se salvarán? Bienaventurado<br />

aquel que, como San Pablo, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir a sus prójimos: No he cesado, <strong>de</strong> día y <strong>de</strong> noche <strong>de</strong><br />

344 Sal.,CXVIII, 137.<br />

345 Sal.,CXVIII,53.<br />

346 Rom., IX, 2.<br />

www.bibliotecaespiritual.com<br />

Statveritas.com.ar 114

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