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TRATADO DEL AMOR DE DIOS – San Francisco <strong>de</strong> Sales<br />
nuestras, porque somos miembros <strong>de</strong> una cabeza, <strong>de</strong> la cual Él es el espíritu, y estamos injertados<br />
en un árbol, <strong>de</strong>l cual Él es la sabia divina.<br />
Y porque <strong>de</strong> esta suerte opera en nuestras obras, y porque nosotros obramos con Él o<br />
cooperamos a su acción, <strong>de</strong>ja <strong>para</strong> nosotros todo el mérito y provecho <strong>de</strong> nuestros servicios<br />
y obras buenas, y nosotros <strong>de</strong>jamos <strong>para</strong> Él todo el honor y toda la alabanza, reconociendo<br />
que el comienzo, el progreso y el fin <strong>de</strong> todo el bien que hacemos <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> su misericordia,<br />
por la cual ha venido a nosotros y nos ha prevenido; ha venido con nosotros y nos ha<br />
guiado, acabando lo que había comenzado 446 . ¡Que misericordioso es, <strong>para</strong> con nosotros, y<br />
qué bondad en este reparto! Nosotros le damos la gloria <strong>de</strong> nuestras alabanzas y Él nos da la<br />
gloria <strong>de</strong> su gozo, y, por tan suaves y pasajeros trabajos, adquirimos bienes perdurables, por<br />
toda la eternidad.<br />
VII Que las virtu<strong>de</strong>s perfectas jamás están las unas sin las otras<br />
Las virtu<strong>de</strong>s son tales por su conveniencia o conformidad con la razón, y una acción<br />
no se pue<strong>de</strong> llamar virtuosa, si no proce<strong>de</strong> <strong>de</strong>l afecto que el corazón siente a la honestidad y<br />
a la belleza <strong>de</strong> la razón. El que ama una virtud por amor a la razón y por la honestidad que<br />
en ella relucen, las amará todas, pues en todas encontrará <strong>los</strong> mismos motivos; y las amará<br />
más o menos según que la razón se manifieste en ellas más o menos resplan<strong>de</strong>ciente. Quien<br />
ama la liberalidad y no ama la castidad, muestra bien a las claras que no ama la liberalidad<br />
por la belleza <strong>de</strong> la razón, pues esta belleza es mayor en la castidad; y don<strong>de</strong> la causa tiene<br />
más fuerza, <strong>de</strong>berían también ser más fuertes <strong>los</strong> efectos. Es, pues, una señal evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> que<br />
aquel corazón no ama la liberalidad teniendo por motivo la razón y por consi<strong>de</strong>ración a ésta;<br />
<strong>de</strong> don<strong>de</strong> se sigue que esta liberalidad, que parece una virtud, no tiene sino la apariencia,<br />
pues no proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> la razón, que es el verda<strong>de</strong>ro motivo <strong>de</strong> las virtu<strong>de</strong>s, sino <strong>de</strong> algún otro<br />
motivo extraño.<br />
Pue<strong>de</strong>, por lo tanto, ocurrir que un hombre posea unas virtu<strong>de</strong>s y que carezca <strong>de</strong> las<br />
<strong>de</strong>más; pero siempre serán o virtu<strong>de</strong>s incipientes, tiernas y como flores en capullo, o virtu<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ntes y moribundas, como flores marchitas; porque, por <strong>de</strong>cirlo en pocas palabras,<br />
las virtu<strong>de</strong>s no pue<strong>de</strong>n subsistir en su verda<strong>de</strong>ra integridad, como nos lo aseguran toda la<br />
fi<strong>los</strong>ofía y la teología.<br />
Es cierto que no se pue<strong>de</strong>n practicar a la vez todas las virtu<strong>de</strong>s, pues las ocasiones no<br />
se presentan juntas; así hay virtu<strong>de</strong>s que algunos santos nunca han tenido ocasión <strong>de</strong> practicar.<br />
Porque, por ejemplo, ¿qué motivos pudo tener San Pablo, primer ermitaño, <strong>para</strong> practicar<br />
el perdón <strong>de</strong> las injurias, la afabilidad, la magnificencia y la mansedumbre? No obstante,<br />
estas almas no <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> sentirse <strong>de</strong> tal manera aficionadas a la honestidad <strong>de</strong> la razón, que<br />
aun cuando al efecto, las poseen en cuanto al afecto, y están prontas y dispuestas a seguir y a<br />
servir a la razón, en cualesquiera circunstancia, sin excepción ni reserva alguna.<br />
Existen ciertas inclinaciones que se consi<strong>de</strong>ran como virtu<strong>de</strong>s, y no son tales, sino<br />
favores y ventajas <strong>de</strong> la naturaleza. ¡Cuántas personas hay que por su condición natural son<br />
sobrias, sencillas, dulces, silenciosas, y aun castas y honestas! Pues bien, todo esto parece<br />
ser virtud, y sin embargo carece <strong>de</strong>l mérito <strong>de</strong> ésta, <strong>de</strong> la misma manera que las malas inclinaciones<br />
no merecen ninguna recriminación, hasta que al humor natural se ha añadido el<br />
libre y voluntario consentimiento.<br />
446 Fil., 1,6.<br />
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