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TRATADO DEL AMOR DE DIOS – San Francisco <strong>de</strong> Sales<br />
Pero nos hemos <strong>de</strong> guardar <strong>de</strong> querer jamás inquirir por qué Dios ha otorgado una gracia a uno<br />
más bien que a otro, o por qué ha <strong>de</strong>rramado, con mayor abundancia, sus favores sobre unos lugares<br />
con preferencia a otros. No, Teótimo, no caigas nunca en esta curiosidad, porque, poseyendo todos<br />
suficientemente, o mejor dicho, abundantemente, lo que se requiere <strong>para</strong> nuestra salvación, ¿qué razón<br />
pue<strong>de</strong> tener hombre alguno <strong>de</strong> quejarse si Dios se ha complacido en dar a unos sus gracias con más<br />
generosidad que a otros?<br />
En las cosas sobrenaturales: cada uno tiene su propio don: quien <strong>de</strong> una manera quien <strong>de</strong><br />
otra 42 , dice el Espíritu Santo. Es, por lo mismo, una impertinencia, querer indagar por qué San Pablo<br />
no tuvo la gracia <strong>de</strong> San Pedro, ni San Pedro la <strong>de</strong> San Pablo; por qué San Antonio no fue San Atanasio;<br />
ni San Atanasio, San Jerónimo; porque a estas preguntas se respon<strong>de</strong> que la Iglesia es un jardín<br />
matizado <strong>de</strong> infinitas flores, por lo que es menester que sean <strong>de</strong> diferentes tamaños, <strong>de</strong> diferentes colores<br />
y <strong>de</strong> diferentes perfumes, en una palabra, <strong>de</strong> diferentes perfecciones. Todas tienen su valor, su gracia<br />
y su esmalte, y todas, en el conjunto <strong>de</strong> su variedad, nos ofrecen una hermosura por <strong>de</strong>más agradable<br />
y perfecta.<br />
VIII Cuánto <strong>de</strong>sea Dios que le amemos<br />
Aunque la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong>l Salvador se aplique con una diversidad igual a la <strong>de</strong> las almas, sin<br />
embargo el amor es el medio universal <strong>de</strong> nuestra salvación, que en todo se mezcla, <strong>de</strong> suerte que, sin<br />
el, nada hay que sea saludable, como diremos más a<strong>de</strong>lante.<br />
El querubín fue puesto en la entrada <strong>de</strong>l <strong>para</strong>íso terrenal con la espada llameante, <strong>para</strong> darnos<br />
a enten<strong>de</strong>r que nada entrará en el <strong>para</strong>íso eclesial que no esté atravesado por la espada <strong>de</strong>l amor. Por<br />
esta causa, el dulce Jesús, que nos ha rescatado con su sangre, <strong>de</strong>sea infinitamente que le amemos,<br />
<strong>para</strong> que seamos eternamente y <strong>de</strong>sea que amemos eternamente, pues su amor va encaminado a nuestra<br />
salvación, y nuestra salvación a su amor. Yo he venido —dice— a poner fuego en la tierra, y ¿qué he<br />
<strong>de</strong> querer sino que arda? 43<br />
Mas, <strong>para</strong> manifestar con mayor viveza lo abrasado <strong>de</strong> este <strong>de</strong>seo, nos impone este amor en<br />
términos admirables: Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu<br />
mente 44 .<br />
Con lo cual, nos da bien a enten<strong>de</strong>r que no sin objeto nos ha dado la inclinación natural, pues,<br />
<strong>para</strong> que esta inclinación no permanezca ociosa, nos apremia <strong>para</strong> que la empleemos por este mandamiento<br />
general, y, <strong>para</strong> que este mandamiento general pueda ser practicado, no <strong>de</strong>ja a hombre viviente<br />
sin procurarle, en abundancia, todos <strong>los</strong> medios que, al efecto, se requieren. El sol visible todo lo toca<br />
con su calor vivificante, y, como enamorado universal <strong>de</strong> las cosas inferiores, les da el vigor necesario<br />
<strong>para</strong> que produzcan sus efectos; <strong>de</strong> la misma manera la divina bondad anima a todas las almas y alienta<br />
todos <strong>los</strong> corazones <strong>para</strong> que le amen, sin que hombre alguno pueda escon<strong>de</strong>rse a su calor.<br />
La eterna sabiduría—dice Salomón—, enseña en público; levanta su voz en medio <strong>de</strong> las plazas;<br />
hácese oír en <strong>los</strong> concursos <strong>de</strong> gente; pronuncia sus palabras en las puertas <strong>de</strong> la ciudad, y dice:<br />
¿Hasta cuándo, párvu<strong>los</strong>, habéis <strong>de</strong> amar las niñerías?<br />
¿Hasta cuándo, oh necios, apeteceréis las cosas que os son nocivas e impru<strong>de</strong>ntes, aborreceréis<br />
la sabiduría? Convertíos a mis reprensiones; mirad que os comunicaré mi espíritu y os enseñaré<br />
mi doctrina 45 . Y esta misma sabiduría prosigue Ezequiel, diciendo: Están ya sobre nosotros <strong>los</strong> castigos<br />
<strong>de</strong> nuestras malda<strong>de</strong>s y pecados, ¿cómo, pues, podremos conservar la vida? Yo —dice el Señor—,<br />
no quiero la muerte <strong>de</strong>l impío, sino que se convierta <strong>de</strong> su mal proce<strong>de</strong>r y viva 46 . Ahora bien, vivir,<br />
según Dios, es amarle y quien no ama permanece en la muerte 47 .<br />
42 1 Cor., VII, 7.<br />
43 Júa, XII, 49.<br />
44 Mat., XII, 49.<br />
45 Prov.,I, 20 y sig.<br />
46 Ez.XXXIII, l0 y ll.<br />
47 Un., III; 14.<br />
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