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TRATADO DEL AMOR DE DIOS – San Francisco <strong>de</strong> Sales<br />
LIBRO DÉCIMO<br />
Del mandamiento <strong>de</strong> amar a Dios sobre todas las cosas<br />
I De la dulzura <strong>de</strong>l mandamiento que Dios nos ha impuesto <strong>de</strong> amarle sobre todas las cosas<br />
El hombre es la perfección <strong>de</strong>l universo; el espíritu es la perfección <strong>de</strong>l hombre; el amor es la<br />
perfección <strong>de</strong>l espíritu, y la caridad es la perfección <strong>de</strong>l amor. Por esto, el amor <strong>de</strong> Dios es el fin, la<br />
perfección y la excelencia <strong>de</strong>l universo. En esto consiste la gran<strong>de</strong>za y la primacía <strong>de</strong>l mandamiento<br />
<strong>de</strong>l amor divino, Llamado por el Salvador máximo y primer mandamiento 367 . Este mandamiento es<br />
como un sol, que ilumina y dignifica todas las leyes sagradas, todas las disposiciones divinas, todas<br />
las Escrituras. Todo se hace por este celestial amor y todo se refiere a él. Del árbol sagrado <strong>de</strong> este<br />
mandamiento <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n, como flores suyas, todos <strong>los</strong> consejos, las exhortaciones, las inspiraciones y<br />
<strong>los</strong> <strong>de</strong>más mandamientos, y, como fruto suyo, la vida eterna; y todo lo que no tien<strong>de</strong> al amor eterno,<br />
aquél, cuya práctica perdura en la vida eterna y que no es otra cosa que la misma vida eterna.<br />
Pero consi<strong>de</strong>ra, Teótimo, cuan amable es esta ley <strong>de</strong> amor.<br />
¡Si pudiésemos enten<strong>de</strong>r cuan obligados estamos a este soberano Bien, que no sólo nos permite,<br />
sino que nos manda que le amemos! No sé si he <strong>de</strong> amar más vuestra infinita belleza, que una<br />
tan divina bondad me manda amar, o vuestra divina bondad, que me manda amar una tan infinita<br />
belleza.<br />
Dios, el día <strong>de</strong>l juicio, imprimirá, <strong>de</strong> una manera admirable, en <strong>los</strong> espíritus <strong>de</strong> <strong>los</strong> con<strong>de</strong>nados,<br />
el sentimiento <strong>de</strong> lo que per<strong>de</strong>rán; porque la divina Majestad les hará ver claramente la suma<br />
belleza <strong>de</strong> su faz y <strong>los</strong> tesoros <strong>de</strong> su bondad; y, a la vista <strong>de</strong> este abismo infinito <strong>de</strong> <strong>de</strong>licias, la voluntad,<br />
con un esfuerzo supremo, querrá lanzarse hacia Él <strong>para</strong> unirse con Él y gozar <strong>de</strong> su amor; pero<br />
será en vano, porque, a medida que el claro y bello conocimiento <strong>de</strong> la divina hermosura vaya penetrando<br />
en <strong>los</strong> entendimientos <strong>de</strong> estos infortunados espíritus, <strong>de</strong> tal manera la divina justicia irá quitando<br />
fuerzas a la voluntad, que no podrá ésta amar en manera alguna al objeto que el entendimiento<br />
le propondrá y le representará como el más amable; y esta visión, que <strong>de</strong>bería engendrar un tan gran<strong>de</strong><br />
amor en la voluntad, en lugar <strong>de</strong> esto engendrará en ella una tristeza infinita, la cual se convertirá<br />
en eterna por el recuerdo que quedará <strong>para</strong> siempre en estas almas <strong>de</strong> la soberana belleza perdida;<br />
recuerdo estéril <strong>para</strong> todo bien y fértil en trabajos, penas, tormentos y <strong>de</strong>sesperación inmortal.<br />
Porque la voluntad sentirá una imposibilidad, o mejor dicho, una eterna aversión y repugnancia<br />
en amar a esta tan <strong>de</strong>seable excelencia. De suerte que <strong>los</strong> miserables con<strong>de</strong>nados permanecerán,<br />
<strong>para</strong> siempre, en una rabia <strong>de</strong>sesperada, al conocer una perfección tan sumamente amable, sin<br />
po<strong>de</strong>r poseer su goce ni su amor; porque, mientras pudieron amarla, no lo quisieron. Se abrasarán en<br />
una sed tanto más violenta, cuanto que el recuerdo <strong>de</strong> esta fuente <strong>de</strong> las aguas <strong>de</strong> la vida eterna agudizará<br />
sus ardores; morirán inmortalmente, como perros, <strong>de</strong> un hambre 368 tanto más vehemente<br />
cuanto que su memoria avivará su insaciable crueldad con el recuerdo <strong>de</strong>l festín <strong>de</strong>l cual habrán sido<br />
privados.<br />
No me atrevería, ciertamente, a asegurar que esta visión <strong>de</strong> la hermosura <strong>de</strong> Dios, que tendrán<br />
<strong>los</strong> malaventurados, a manera <strong>de</strong> relámpago, haya <strong>de</strong> ser tan clara como la <strong>de</strong> <strong>los</strong> bienaventurados;<br />
con todo lo será tanto que verán al Hijo <strong>de</strong>l hombre en su majestad 369 , y verán <strong>de</strong>lante al que<br />
traspasaron 370 , y, por la visión <strong>de</strong> esta gloria, conocerán la magnitud <strong>de</strong> su pérdida. Si Dios hubiese<br />
prohibido al hombre amarle ¡qué pena en las almas generosas! ¡Qué no harían <strong>para</strong> obtener este permiso!<br />
¡Cuan <strong>de</strong>seable es, la suavidad <strong>de</strong> este mandamiento, pues si la divina voluntad lo impusiese<br />
a <strong>los</strong> con<strong>de</strong>nados, en un momento quedarían libres <strong>de</strong> su gran <strong>de</strong>sdicha, y <strong>los</strong> bienaventurados no son<br />
367 Mt., XXII, 38.<br />
368 Sal.,LVIII,7.<br />
369 Mt., XXIV. 30.<br />
370 Jn., XIX, 37<br />
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