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TRATADO DEL AMOR DE DIOS – San Francisco <strong>de</strong> Sales<br />
Sé que algunos no creen que esta consagración tan general <strong>de</strong> nosotros mismos extienda<br />
su virtud y <strong>de</strong>je sentir su influencia sobre todos <strong>los</strong> actos que <strong>de</strong>spués practicamos, en<br />
particular, el motivo <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios. Pero, a pesar <strong>de</strong> ello, todos reconocen, con San Buenaventura,<br />
tan alabado por todos en esta materia, que si yo he resuelto, en mi corazón dar<br />
cien escudos por Dios, aunque <strong>de</strong>spués distribuya esta suma a mi antojo, con el ánimo distraído<br />
y sin atención, no por ello <strong>de</strong>jará <strong>de</strong> hacerse toda la distribución por amor, pues proce<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong> la primera resolución que el amor divino me ha hecho hacer <strong>de</strong> dar esta suma.<br />
Dime ahora, Teótimo: ¿Qué diferencia hay entre el que ofrece a Dios cien escudos y<br />
el que le ofrece todas sus acciones? Ciertamente, no hay ninguna, sino que el uno ofrece una<br />
suma <strong>de</strong> dinero y el otro una suma <strong>de</strong> actos. ¿Por qué, pues, no hay que creer que tanto el<br />
uno como el otro, al hacer la distribución <strong>de</strong> las partes <strong>de</strong> sus sumas, obran en virtud <strong>de</strong> sus<br />
primeros propósitos y <strong>de</strong> sus fundamentales resoluciones? Y si el uno, al distribuir sus escudos<br />
sin atención, no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> gozar <strong>de</strong>l influjo <strong>de</strong>l primer <strong>de</strong>signio, ¿por qué el otro, al distribuir<br />
sus acciones, no ha<strong>de</strong> gozar <strong>de</strong>l fruto <strong>de</strong> su primera intención? El que, <strong>de</strong> intento, se ha<br />
hecho esclavo <strong>de</strong> la divina bondad, le ha consagrado, por lo mismo, todas sus acciones.<br />
Acerca <strong>de</strong> esta verdad, <strong>de</strong>bería cada uno, una vez en la vida, hacer unos buenos ejercicios,<br />
<strong>para</strong> purgar su alma <strong>de</strong> todo pecado y tomar una íntima y sólida resolución <strong>de</strong> vivir<br />
enteramente <strong>para</strong> Dios, según lo enseñamos en la primera parte <strong>de</strong> la Introducción a la vida<br />
<strong>de</strong>vota <strong>de</strong>spués, a lo menos una vez al año, <strong>de</strong>bería también hacer un examen <strong>de</strong> su conciencia<br />
y renovar la resolución primera, indicada en la parte quinta <strong>de</strong> dicho libro, a la cual<br />
te remito en lo que atañe a este punto.<br />
IX De algunos otros medios <strong>para</strong> aplicar más particularmente nuestras obras al amor <strong>de</strong> Dios<br />
Cuando nuestras intenciones están puestas en el amor <strong>de</strong> Dios, ya sea que proyectemos<br />
alguna buena obra, ya que nos lancemos por el camino <strong>de</strong> alguna vocación, todas las<br />
acciones que <strong>de</strong> ello se siguen reciben su valor y adquieren su nobleza <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong>l cual<br />
traen su origen; porque ¿quién no ve que las acciones propias <strong>de</strong> mi vocación, o necesarias<br />
<strong>para</strong> la realización <strong>de</strong> mis planes, <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la primera elección y resolución que hice?<br />
Pero, Teótimo, no nos hemos <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener aquí; al contrario, <strong>para</strong> a<strong>de</strong>lantar mucho en<br />
la <strong>de</strong>voción, es menester, no sólo consagrar nuestra vida y todas nuestras acciones a Dios al<br />
comienzo <strong>de</strong> nuestra conversión, y <strong>de</strong>spués todos <strong>los</strong> años, sino también ofrecérselas todos<br />
<strong>los</strong> días, mediante el ejercicio <strong>de</strong> la mañana, que enseñamos a Filotea 475 ; porque, en esta<br />
renovación cotidiana <strong>de</strong> nuestra oblación, <strong>de</strong>rramamos sobre nuestras acciones el vigor y la<br />
virtud <strong>de</strong>l amor, por la aplicación <strong>de</strong> nuestro corazón a la gloria divina, con lo cual se santifica<br />
cada día más.<br />
A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> esto, consagramos, cien y cien veces al día, nuestra vida al amor divino,<br />
por la práctica <strong>de</strong> las oraciones jaculatorias, las aspiraciones <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong> Dios y <strong>los</strong> retiros<br />
espirituales; porque estos santos ejercicios lanzan y arrojan continuamente nuestros espíritus<br />
en Dios, y arrastran consigo todas nuestras acciones. ¿Y cómo es posible admitir que<br />
no hace todas sus acciones en Dios y por Dios el alma que, en todo momento, se sumerge en<br />
la divina bondad y suspira, sin cesar, palabras <strong>de</strong> amor, <strong>para</strong> tener siempre su corazón en el<br />
seno <strong>de</strong>l Padre celestial?<br />
475 Introducción a la Vida Devota.<br />
www.bibliotecaespiritual.com<br />
Statveritas.com.ar 155