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TRATADO DEL AMOR DE DIOS – San Francisco <strong>de</strong> Sales<br />
LIBRO ONCE<br />
De la soberana autoridad que el amor sagrado ejerce sobre todas<br />
las virtu<strong>de</strong>s, acciones y perfecciones <strong>de</strong>l alma<br />
I Cómo todas las virtu<strong>de</strong>s son agradables a Dios<br />
La virtud es tan amable, por su propia naturaleza, que Dios la favorece don<strong>de</strong>quiera<br />
que la ve. Los paganos, practicaban algunas virtu<strong>de</strong>s humanas y cívicas, cuya condición no<br />
excedía las fuerzas <strong>de</strong>l espíritu racional. Pue<strong>de</strong>s pensar, Teótimo, cuan poca cosa era esto. A<br />
la verdad, aunque estas virtu<strong>de</strong>s tuviesen mucha apariencia, tenían <strong>de</strong> hecho muy poco valor,<br />
a causa <strong>de</strong> la bajeza <strong>de</strong> la intención <strong>de</strong> quienes las practicaban, <strong>los</strong> cuales no buscaban sino<br />
la propia honra, o algún fin muy insignificante, como las conveniencias sociales, o la satisfacción<br />
<strong>de</strong> alguna ligera ten<strong>de</strong>ncia hacia el bien, la cual, no encontrando gran oposición, les<br />
inclinaba a la práctica <strong>de</strong> algunos pequeños actos <strong>de</strong> virtud, como a saludarse unos a otros, a<br />
auxiliar a <strong>los</strong> amigos, a vivir sobriamente, a no hurtar, a servir fielmente a <strong>los</strong> señores, apagar<br />
<strong>los</strong> jornales a <strong>los</strong> obreros. Y, a pesar <strong>de</strong> ello, aunque fue una cosa tan tenue y tan envuelta<br />
en toda clase <strong>de</strong> imperfecciones, Dios se complacía en ello y se lo recompensaba abundantemente.<br />
La razón natural es un buen árbol que Dios ha plantado en nosotros: <strong>los</strong> frutos que<br />
produce no pue<strong>de</strong>n ser sino buenos; frutos que, en com<strong>para</strong>ción con <strong>los</strong> que proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la<br />
gracia, son, en verdad, <strong>de</strong> un precio insignificante, mas, con todo, no carecen <strong>de</strong> valor, pues<br />
Dios <strong>los</strong> ha estimado y ha dado por el<strong>los</strong> recompensas temporales; según esto, como dice<br />
San Agustín, recompensó las virtu<strong>de</strong>s morales <strong>de</strong> <strong>los</strong> romanos con la gran extensión y magnífica<br />
reputación <strong>de</strong> su imperio.<br />
El pecado pone enfermo el espíritu, el cual, por lo mismo, no pue<strong>de</strong> hacer gran<strong>de</strong>s y<br />
fuertes obras, aunque sí obras pequeñas; porque no todas las acciones <strong>de</strong> <strong>los</strong> enfermos se<br />
resienten <strong>de</strong> la enfermedad, ya que todavía hablan, ven, oyen y beben.<br />
El alma que está en pecado pue<strong>de</strong> hacer actos buenos, que, siendo naturales, son recompensados<br />
con premios naturales, y, siendo civiles, son pagados con moneda civil y<br />
humana, es <strong>de</strong>cir, con comodida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n temporal. La condición <strong>de</strong> <strong>los</strong> pecadores no es<br />
la <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>monios, cuya voluntad está <strong>de</strong> tal manera torcida e inclinada al mal, que no pue<strong>de</strong><br />
querer ningún bien. No es éste el estado <strong>de</strong>l pecador en el mundo; yace en medio <strong>de</strong>l camino,<br />
entre Jerusalén y Jericó, herido <strong>de</strong> muerte, pero no ha muerto todavía, porque como<br />
dice el Evangelio, lo han <strong>de</strong>jado medio vivo 4271 ; y como está medio vivo, pue<strong>de</strong> también<br />
hacer acciones débiles, y no obstante las cuales, moriría miserablemente empapado en su<br />
propia sangre, si el misericordioso samaritano no aplicase su aceite y su vino a sus heridas,,<br />
y no lo llevase al mesón 4282 , <strong>para</strong> hacerlo curar a sus expensas.<br />
La razón natural queda gravemente lesionada y como medio muerta por el pecado, y,<br />
en este mal estado, no pue<strong>de</strong> guardar todos <strong>los</strong> mandamientos, cuya conveniencia, empero,<br />
reconoce. Sabe cuál es su <strong>de</strong>ber, pero no pue<strong>de</strong> cumplirlo, y tienen más luz sus ojos <strong>para</strong><br />
mostrarle el camino, que fuerza sus piernas <strong>para</strong> empren<strong>de</strong>rlo.<br />
El pecador pue<strong>de</strong> observar algunos mandamientos, y aún pue<strong>de</strong> observar<strong>los</strong> todos,<br />
durante algún tiempo, cuando no se presentan gran<strong>de</strong>s ocasiones <strong>de</strong> practicar la virtu<strong>de</strong>s<br />
mandadas, o tentaciones que impelen a cometer el pecado prohibido; pero que el pecador<br />
pueda vivir largo tiempo en su pecado, sin cometer otros nuevos, esto no es posible sin una<br />
427 Lc.,X,30<br />
428 Ibid., 33,34<br />
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