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TRATADO DEL AMOR DE DIOS – San Francisco <strong>de</strong> Sales<br />
LIBRO SÉPTIMO<br />
De la unión <strong>de</strong>l alma con su Dios,<br />
que se perfecciona en la oración<br />
I Cómo el amor produce la unión <strong>de</strong>l alma con Dios, en la oración<br />
No hablemos aquí <strong>de</strong> la unión general <strong>de</strong>l corazón con su Dios, sino <strong>de</strong> ciertos actos y movimientos<br />
particulares, que el alma recogida en Dios, produce a manera <strong>de</strong> oración, <strong>para</strong> unirse y<br />
juntarse más y más con la divina bondad.<br />
Nuestro corazón, una vez unido con Dios, se va hundiendo continuamente, por un insensible<br />
progreso <strong>de</strong> aquella unión, hasta que llega a ser todo <strong>de</strong> Dios, a causa <strong>de</strong> la santa inclinación que el<br />
santo amor le comunica a unirse cada vez más con la soberana bondad; porque, como dice el gran<br />
apóstol <strong>de</strong> Francia 283 , el amor es una virtud unitiva, es <strong>de</strong>cir, que nos conduce a la perfecta unión con<br />
el sumo bien. Y, puesto que es una verdad indudable que el divino amor, mientras estamos en este<br />
mundo, es un movimiento, o a lo menos un hábito activo y con ten<strong>de</strong>ncia al movimiento, suce<strong>de</strong> que,<br />
aún cuando haya llegado ya a la simple unión, no <strong>de</strong>ja, empero, <strong>de</strong> obrar, aunque <strong>de</strong> una manera<br />
imperceptible, <strong>para</strong> acrecentarla y perfeccionarla más y más.<br />
Uniéndose más y más a Dios, pero mediante un acrecentamiento imperceptible, cuyo progreso<br />
no se echa <strong>de</strong> ver mientras se va produciendo, sino cuando está acabado. Cuando un sentimiento<br />
<strong>de</strong> amor, por ejemplo: ¡Qué bueno es Dios!, penetra en el corazón, en primer lugar produce la unión<br />
con aquella bondad, pero una vez se ha fomentado con cierta prolijidad, penetra, como un perfume<br />
precioso, por todos <strong>los</strong> rincones <strong>de</strong>l alma, se <strong>de</strong>rrama y se dilata por nuestra voluntad, y, por <strong>de</strong>cirlo<br />
así, se incorpora a nuestro espíritu, se junta y se abraza a nosotros por todos lados, mientras nosotros<br />
nos unimos a él. Esto es lo que nos enseña el profeta David, cuando com<strong>para</strong> las sagradas palabras<br />
con la miel 284 .<br />
Porque, ¿quién no sabe que la dulzura <strong>de</strong> la miel impresiona más a nuestros sentidos por un<br />
aumento continuo <strong>de</strong>l sabor, cuando la entretenemos algún tiempo en la boca, y que penetra más y<br />
más en el gusto que cuando simplemente la tragamos? Asimismo, este sentimiento <strong>de</strong> la bondad<br />
celestial expresado por estas palabras <strong>de</strong> San Bruno: ¡Oh bondad!, o por éstas <strong>de</strong> Santo Tomás: ¡Mi<br />
Señor y mi Dios!, o por éstas <strong>de</strong> santa Magdalena: ¡Mi Señor mío!, o por éstas <strong>de</strong> San Francisco:<br />
¡Dios mío y todas las cosas!, este sentimiento, digo, cuando se <strong>de</strong>tiene por algún tiempo en un corazón<br />
amoroso, se dilata, se extien<strong>de</strong>, se hun<strong>de</strong> por una íntima penetración en el espíritu, lo empapa<br />
más y más <strong>de</strong> su sabor, todo lo cual no es más que un aumento <strong>de</strong> unión, tal como ocurre con el ungüento<br />
o el bálsamo, el cual, al caer sobre el algodón, se mezcla y se une <strong>de</strong> tal manera, poco a poco,<br />
con él, que al fin, es imposible <strong>de</strong>cir si el perfume es el algodón o si el algodón es el perfume.<br />
¡OH! ¡Que dichosa es el alma que, en la tranquilidad <strong>de</strong> su corazón, conserva amorosamente<br />
el sagrado sentimiento <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> Dios! Porque su unión con la divina bondad crecerá perpetuamente,<br />
aunque <strong>de</strong> una manera insensible, y llenará todo su espíritu <strong>de</strong> su infinita suavidad. Ahora<br />
bien, cuando, a este propósito, hablo <strong>de</strong>l sagrado sentimiento <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> Dios!<br />
Porque su unión con la divina bondad crecerá perpetuamente, aunque <strong>de</strong> una manera insensible,<br />
y llenará todo su espíritu <strong>de</strong> su infinita suavidad. Ahora bien, cuando, a este propósito, hablo<br />
<strong>de</strong>l sagrado sentimiento <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> Dios, no me refiero al sentimiento sensible, sino al que<br />
resi<strong>de</strong> en la cima y en la parte más elevada <strong>de</strong>l espíritu, don<strong>de</strong> el divino amor reina y produce sus<br />
principales efectos.<br />
II De <strong>los</strong> diversos grados <strong>de</strong> la sagrada unión que se produce en la oración<br />
283 San Dionisio Areopagita.<br />
284 Sal.,CXIII,103.<br />
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