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amarillos, y otro, enorme, b<strong>la</strong>nquísimo, que deveras entraba<br />
en su casa una de esas noches horribles, y que los<br />
obligaba a todos —padres e hijos— a replegarse a <strong>la</strong>s<br />
paredes, a encogerse, a ponerse en cuclil<strong>la</strong>s, a ovil<strong>la</strong>rse,<br />
¿a pedir perdón de qué?<br />
—Una verdadera locura ésta de hacerse a <strong>la</strong><br />
mar, Felipe —comentaba Juan, un soldado del<br />
que se hizo amigo en Cuba compartiendo paseos<br />
a <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>yas de Santiago de Baracoa, hermosas<br />
nativas, algunas garrafas de vino tinto y, lo más<br />
importante, un cierto tono grave y hasta metafísico<br />
en <strong>la</strong>s pláticas. Además, su mayor edad y su<br />
vasta experiencia como soldado ofrecían a Felipe,<br />
quien acababa de alistarse, una enseñanza necesarísima.<br />
Desde que se aficionó al tabaco en Cuba,<br />
Juan no soltaba una pequeña pipa de caña—. La<br />
razón debería impedirnos salir a mar abierto,<br />
abandonara los nuestros; <strong>la</strong> tierra, que es el único<br />
sitio en donde deben asentarse nuestros pies. Lo<br />
demás es pecado—el humo de <strong>la</strong> pipa dibujándole<br />
heléchos en <strong>la</strong> cara.<br />
Felipe lo contradecía: quizá porque acababa<br />
de alistarse, pero qué emoción terrestre podía compararse<br />
con <strong>la</strong> de cruzar el gran mar, p<strong>la</strong>ntar sus<br />
espadas en <strong>la</strong>s ardientes riberas del nuevo mundo,<br />
quemar templos diabólicos, derrumbar ídolos, sojuzgara<br />
los idó<strong>la</strong>tras, difundir<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra de Cristo,<br />
algo que había que vivir. Felipe aseguraba que<br />
desde muy niño reafirmó su decisión de hacerse a<br />
<strong>la</strong> mar cuando, en una carpintería cercana a su<br />
casa en Sevil<strong>la</strong>, veía cepil<strong>la</strong>r un gran mástil, o<br />
cuando <strong>la</strong>s sábanas que se oreaban en el patio le<br />
semejaban, ya, ve<strong>la</strong>s hinchándose. Podía estarse