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Nen, la inútil - Alfaguara

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19<br />

Había una gran convulsión en cubierta. Los<br />

contramaestres gritaban, desgañifándose. Otros<br />

trepaban por los obenques, tensaban <strong>la</strong>s jarcias,<br />

hacían girar un cabrestante al que <strong>la</strong> sal volvía<br />

cada vez más pesado; revisaban minuciosamente<br />

el trinquete. Las ve<strong>la</strong>s hinchadas emprendían el<br />

vuelo y los últimos pájaros que acompañan a <strong>la</strong>s<br />

naves que parten —esos pájaros que nunca nadie<br />

sabe bien a bien de dónde surgen ni en qué momento<br />

se esfuman, ya en mar abierto— vo<strong>la</strong>ban<br />

enloquecidos entre <strong>la</strong>s altas arbo<strong>la</strong>duras, contagiados<br />

de <strong>la</strong> agitación del arranque, del suceso<br />

brutal de desprenderse de <strong>la</strong> tierra. Un vigía trepó<br />

decidido por <strong>la</strong>s gradas de soga, meciéndose peligrosamente<br />

en el vacío cuando le fal<strong>la</strong>ba el paso,<br />

y ya en <strong>la</strong> cofa se irguió como un albatros que<br />

ahuecara <strong>la</strong>s a<strong>la</strong>s y se posara sobre <strong>la</strong> nave entera.<br />

A Felipe le parecía que no avanzaran de tanto<br />

tener que orzar el rumbo para imponerse a <strong>la</strong>s<br />

corrientes contrarias. Estaba nervioso: era un sueño<br />

ir ahí. Respiraba a pleno pulmón el aire yodado,<br />

salino, que atemperaba el olor a polvo, a sudor,<br />

a caballo. Con aquel sol inquebrantable que los<br />

seguía, bril<strong>la</strong>ban <strong>la</strong>s armaduras, <strong>la</strong>s espadas, <strong>la</strong>s<br />

ballestas, como recién salidas de <strong>la</strong> armería. El<br />

relincho de los caballos, el <strong>la</strong>drido de los perros,<br />

hasta el balido de un carnero, que subía <strong>la</strong>stimoso<br />

de <strong>la</strong>s bodegas, de<strong>la</strong>taban unos corazones convulsos,<br />

como los corazones de todos los que iban en<br />

<strong>la</strong> nave.<br />

Pero el<strong>la</strong> no sólo los soñó así, entrando a Tenochtit<strong>la</strong>n<br />

en procesión, sino apareciendo de pronto en<br />

una de <strong>la</strong>s ventanas de su casa, mirándo<strong>la</strong> con esa mirada

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