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Nen, la inútil - Alfaguara

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adornados con plumas de quetzal. Algunos llevaban<br />

guantes que sostenían cuerdas de cuero, muy tensas, a<br />

<strong>la</strong>s que iban atadas los perros. Eran los trailleros de perros,<br />

los perreros. Perros grandes, entrenados para matar,<br />

pintados de negro y de rojo, que <strong>la</strong>draban, husmeaban a<br />

<strong>la</strong> gente que tenían cerca y <strong>la</strong> obligaban a dar un brinco<br />

hacia atrás, a replegarse lo más posible, a proteger a los<br />

niños, a dibujar muecas de horror.<br />

<strong>Nen</strong> lo veía todo medio borrado por el terregal<br />

que levantaban a su paso y que deformaba cuerpos y<br />

rostros; sus ojos alucinados iban incrédulos de un grupo<br />

al otro, entre aquel<strong>la</strong> humanidad irreal de atuendos estrafa<strong>la</strong>rios.<br />

Se restregaba los ojos; sus oídos se aturdían<br />

con el mugir de <strong>la</strong>s bestias y el a<strong>la</strong>lá de los arreadores.<br />

—Pellízcame para estar segura de que no sueño<br />

—le dijo a <strong>la</strong> mujer que <strong>la</strong> acompañaba, quien hizo como<br />

que deveras <strong>la</strong> pellizcaba al tiempo que entreabría apenas<br />

los <strong>la</strong>bios, con una sonrisa simu<strong>la</strong>da que mostraba<br />

unos pequeños dientes azu<strong>la</strong>dos, recién pintados <strong>la</strong> noche<br />

anterior.<br />

El sol crecía incólume en lo alto, disparaba sus<br />

rayos verticales como un arquero enfurecido. A el<strong>la</strong> una<br />

gota de sudor le resba<strong>la</strong>ba por <strong>la</strong> frente y llegaba a sus<br />

<strong>la</strong>bios con un gusto salobre.<br />

Tenía que intentarlo, Juan, qué remedio. ¿Ysi<br />

fuera por ahí <strong>la</strong> salida?<br />

A través de senderos montañeses abiertos a<br />

fuerza de ser andados, ascendió al viejo monasterio,<br />

levantado en plena soledad, entre piedras hirsutas.<br />

Sop<strong>la</strong>ba un viento gris y rasgado, que<br />

levantaba una tierra amaril<strong>la</strong>, muy suelta. La<br />

vegetación era hostil. Maleza, espinos retorciéndose.<br />

Una sublime sensación —<strong>la</strong> misma que luego

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