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Nen, la inútil - Alfaguara

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31<br />

que se le ceñía con el doble arco de sus piernas<br />

férreas. Felipe le hab<strong>la</strong>ba, le decía diminutivos,<br />

pa<strong>la</strong>bras amorosas. Pero el animal se le encabritaba<br />

en forma creciente, se le sentaba sobre sus<br />

cuartos traseros, recobraba el equilibrio, giraba<br />

violentamente hacia un <strong>la</strong>do y hacia el otro. Felipe,<br />

a base de bárbaros tirones de <strong>la</strong> rienda, lo hizo<br />

porfin dob<strong>la</strong>r el pescuezo por donde él ordenaba,<br />

algo que él mismo dudó en conseguir. Ante el fracaso<br />

—cuidado con <strong>la</strong>s últimas reacciones ante el<br />

fracaso, Felipe—, el potro inició una carrera loca<br />

rumbo al horizonte, asistido por su jinete, que le<br />

daba o le quitaba rienda; pero ya lo tenía bajo su<br />

dominio, bien embastado, verdaderamente poseído.<br />

Minutos después regresó, con <strong>la</strong> cabeza tan<br />

alta como nunca <strong>la</strong> había llevado, al grupo—aún<br />

más sorprendido que antes— que lo esperaba para<br />

ap<strong>la</strong>udirlo y confirmarle qué hombrecito era ya.<br />

Felipe, por supuesto, no dio mayor importancia al<br />

hecho y se limitó a agradecer los elogios con un<br />

chasquido de <strong>la</strong> lengua y una sonrisa que le torcía<br />

<strong>la</strong> boca. El abuelo estaba que no cabía dentro de<br />

sí del orgullo que lo colmaba. Felipe desmontó y<br />

palmeó <strong>la</strong> cabeza del animal, como sel<strong>la</strong>ndo con<br />

él un pacto inquebrantable. Le miró con ternura<br />

los ol<strong>la</strong>res di<strong>la</strong>tados en ruidosos jadeos, el hocico<br />

lleno de espuma, los ojos húmedos de gotas redondas<br />

que al resba<strong>la</strong>r fingían el curso humano de <strong>la</strong>s<br />

lágrimas. Incluso le transmitió con <strong>la</strong>s puntas de<br />

los dedos un beso en el belfo adolorido. Luego, con<br />

su nuevo y altivo caminar, fue al aljibe —fresco y<br />

musgoso— y apoyado en el brocal bebió un jarro<br />

chorreante de agua que le supo más dulce de lo<br />

que nunca le había sabido. Sí, "otro".

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