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y el vino, una crencha de humo brotó del incensario<br />
de p<strong>la</strong>ta. Todo el resto de <strong>la</strong> escena estuvo<br />
envuelta en ese humo, como en una nube sobrenatural.<br />
El celebrante incienso <strong>la</strong>s ofrendas, el<br />
crucifijo, <strong>la</strong>s dos a<strong>la</strong>s del altar; devolvió el incensario<br />
al acólito para recibir a su vez el incienso y<br />
agradecerlo con una reverencia. El acólito se dirigió<br />
a los monjes y los incienso, uno por uno.<br />
Le parecía un privilegio inmerecido haber presenciado<br />
<strong>la</strong> ceremonia en aquel<strong>la</strong> capil<strong>la</strong> tan íntima.<br />
Como si él mismo —su cuerpo— no hubiera<br />
estado ahí y sólo su alma <strong>la</strong> hubiera visto, entrevisto.<br />
Una vez que se marcharon los oficiantes,<br />
estuvo observando el halo que continuaba sobre el<br />
altar, ya sin <strong>la</strong> necesidad del humo. Algo como el<br />
halo que deja en un escenario vacío <strong>la</strong> obra que<br />
acaba de representarse. Se persignó y fue a <strong>la</strong> sacristía.<br />
El prior era amigo del sacerdote con quien se<br />
confesaban su madre y su abuelo y, en efecto, le<br />
permitieron permanecer unos días, realizando los<br />
trabajos de todos, sin hab<strong>la</strong>r nunca con nadie,<br />
insta<strong>la</strong>do en una celda minúscu<strong>la</strong>. Felipe quiso<br />
llevar <strong>la</strong> experiencia a sus últimas consecuencias<br />
y una noche empezó a f<strong>la</strong>ge<strong>la</strong>rse. Se desnudó fríamente<br />
para darse, también enfrío, diez o quince<br />
azotes en <strong>la</strong>s nalgas con su propio cinturón, que<br />
remataba en una gruesa hebil<strong>la</strong> de metal. ¡Chas!,<br />
¡chas!, cada vez con más fuerza, que doliera deveras.<br />
El indignado asombro de su cuerpo parecía<br />
gruñir bajo los azotes, contrastante con <strong>la</strong> dulce<br />
satisfacción del alma vencedora. Le sangraban <strong>la</strong>s<br />
nalgas y él se sentía eufórico, dentro de una embriaguez<br />
que declinó en un absoluto y aterrador