ÉGLOGAS - InterClassica
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Melibeo<br />
¿Por qué estás, Coridón, tan callado, con rostro ceñudo<br />
siempre, sentado en insólito sitio, a la sombra<br />
del plátano en torno del cual fluye gárrula el agua?<br />
¿La humedad de la orilla o la brisa del río te place?<br />
Coridón<br />
5 Ya hace tiempo a un poema doy vueltas que no me resulte<br />
pastoril, Melibeo, sino algo que cante los siglos<br />
de oro y celebre al dios mismo que rige los pueblos<br />
y ciudades vestidas por él de pacífica toga.<br />
Melibeo<br />
Son dulces tus versos y no hay en Apolo desvío<br />
10 ni desdén hacia ti, mas no es propio el loar a los dioses<br />
de Roma la grande al igual que el redil de Menalcas.<br />
Coridón<br />
Pues bien, aunque tal vez a aquellos que tienen oído<br />
fino parezca silvestre mi canto y villano,<br />
no hay ciertamente en mi rústica Musa pulidas<br />
5 artes, mas sí la piedad que apreciarse debiera.<br />
Al pie de esta roca, a que un pino muy grande da sombra,<br />
tales son las canciones que Amintas compone, mi hermano,<br />
a quien su edad a mi fiesta natal aproxima.<br />
Melibeo<br />
¿Ya no impides que junte las cañas con cera olorosa<br />
20 el mozo, al que más de una vez, si tocar intentaba<br />
su flauta ligera, estorbaste con ceño paterno?<br />
A menudo observé, Coridón, cómo así le decías:<br />
"Rompe, niño, tus cañas y deja a las Musas inanes;<br />
bellotas más bien, rubicundas cornízolas coge,