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ABRIL<br />
WANG JI<br />
PEKÍN<br />
Ella se detuvo en el cruce mirando a los dos lados de la calle sin<br />
intención de cruzarla. Se sentía muy tranquila.<br />
Había pensado que las cosas se volverían más complicadas,<br />
o que por lo menos le habrían causado emociones más complejas.<br />
Pero la verdad es que no sintió nada diferente; incluso<br />
el color del cielo era más simple de lo que ella había pensado.<br />
Era un anochecer de abril, tal vez sobre las siete. Era la típica «hora<br />
mágica» como dicen las teleseries, pero el cielo no cambió nada,<br />
manteniendo el mismo color blancuzco. No se veía el sol ni los<br />
arreboles del atardecer. En resumen, no era un día para ser recordado,<br />
no lo era.<br />
«¿Qué hago ahora?», se preguntó a sí misma. «Ahora mismo<br />
no es un buen momento para decidir. La gente suele decir que a<br />
veces tienes que dar un paso atrás para poder andar más rápido».<br />
Ella suele hablar consigo misma. No está segura de si los demás tienen<br />
la misma costumbre. Había recordado que cuando tenía once<br />
o doce años, un día, en el camino de vuelta a casa, empezó a hablar<br />
consigo misma. Como si fuera un diálogo entre dos personas, pero,<br />
evidentemente, ella desempeñaba las dos partes del diálogo. Con<br />
este juego de diálogo consigo misma, el camino de regreso le parecía<br />
más corto. Poco a poco se convirtió en una costumbre que ella se<br />
comunicaba consigo misma para consolarse o luchar con la soledad.<br />
Esto se convirtió en parte de ella, había olvidado que es solamente<br />
una manía suya.<br />
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