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Cuentos_Dia_E

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Por primera vez, después de muchos años, Eric no se sintió solo,<br />

aún estándolo efectivamente; su real soledad la había experimentado cada<br />

día de su vida prestigiosa, pero no había sido capaz de nombrarla. Pensaba<br />

que no había podido sentirse solo transcurriendo todo su tiempo con<br />

gente pudiente pero falsa, que solía elogiarle para sus fines; sin embargo, solo<br />

esperaba que el tiempo pasara sin alegrarse de cada momento.<br />

Su estancia en el desierto le enriquecía, vivía cada instante con<br />

intensidad. Miraba a las escarpas de todos colores: verdes, azules,<br />

rojos, amarillos, y con los aspectos más diferentes y sorprendentes, a<br />

los cuales el sol hacía variar sus tonos en mil formas diferentes durante<br />

el día y especialmente en las horas crepusculares. Del amanecer<br />

al atardecer observaba la simple y asombrosa perfección del escenario<br />

natural; entre los lagos secos, cubiertos de un hermoso manto blanquecino<br />

de sal que parecían verdaderas esculturas y una gran<br />

variedad de cavernas, Eric percibía cada uno de los latidos de su<br />

corazón que le animaban comunicándole que estaba vivo. A partir<br />

de este contacto auténtico con la naturaleza entendió cual era su<br />

colocación en ese mundo. Se consideró por lo que era, un minúsculo<br />

grano de arena en el desierto, pero él también significaba algo muy<br />

importante. En ese contexto lunar, espectral, así extrañante del mundo aún<br />

estando en la Tierra y falto de vida, Eric recuperó la vida.<br />

Todo estaba claro: tenía que combatir sin renegar lo que era y<br />

que había sido, tenía que utilizar sus potencialidades para fines más<br />

elevados y para contribuir a mejorar la vida en todas sus formas. La<br />

felicidad consistía en el amor y la condivisión, en dar sin querer algo<br />

a cambio, respetar la creación y las criaturas. Sabía bien que esto habría<br />

implicado una lucha continua en contra de una sociedad enferma<br />

que había perdido la capacidad de escuchar el alma del mundo, clave<br />

de la alegría, pero eso no le daba miedo. Lleno de propósitos, Eric hizo su<br />

viaje de vuelta desde la Luna. No lo había soñado, volvía del espacio<br />

con un sentimiento casi desconocido en la Tierra, la esperanza.<br />

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