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Cuentos_Dia_E

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En las semanas siguientes, la cosa se complicó: nuevas cartas llegaron<br />

y, como la primera, venían siempre de lejos. Los timbres las<br />

denunciaban: Chile, Ecuador, Portugal, Francia. Todas sin remitente,<br />

con la misma caligrafía, su dirección y… Clarisa. Fue al correo, pero no<br />

podrían hacer nada sin el nombre de la persona que enviaba las cartas.<br />

Se puso a pensar en esta persona. ¿Quién sería el loco que<br />

envía cartas a alguien que no le contesta? ¿Por qué viajaba tanto? Tal<br />

vez un tipo que huyó de su casa y de su vida monótona para conocer<br />

el mundo. O una viejecita que no tiene amigos y pasa los días escribiendo<br />

a toda la gente. Una pareja buscando una novia que ya se olvidó<br />

de él —incluso le dio una dirección cualquiera, sin importarse<br />

con las consecuencias de tal acto.<br />

La verdad es que tampoco importa mucho constatar ahora<br />

la exactitud de todas esas evocaciones, puesto que Laura ya las<br />

había superado cuando llegó a su casa. No quería más adivinar quien<br />

era Clarisa, el remitente o la dirección, quería saber. Entonces cogió de<br />

golpe las cartas que se acumulaban sobre la mesa y se enclaustró en<br />

su habitación. Pensó, y luego lo dice en voz alta: «Ahora lo sabré».<br />

Agarró la primera de las cartas y rompió el sobre con cuidado,<br />

aunque su sangre hervía, con ganas de romperlo de cualquier<br />

manera. Dentro había una foto de un paisaje espectacular, tras la<br />

cual se leía «Laguna de Cuicocha - Ecuador». Laura pensó, por<br />

un instante, cuando había visto un sitio tan bonito con sus propios<br />

ojos, pero no logró acordarse de ninguna vez.<br />

El segundo sobre lo rompió más relajada, ya que no había<br />

ningún papel en el primero y, mismo sin saber por qué, sentía así<br />

que no había violado de forma tan brutal la intimidad de la pobre<br />

Clarisa. «Como Clarisa no existe, da igual», pensó rápidamente. En<br />

un pequeño trozo de papel se leía «sin brazos y sin piernas mi cuerpo<br />

parecerá un cohete y vosotros seréis las estrellas». Iba entre<br />

comillas, lo que llevó a Laura a pensar que se trataba de una poesía.<br />

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