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Te quiero pero no

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Pero a mi juicio, lo verdaderamente interesante es analizar<br />

qué hay detrás de estos hallazgos estadísticos, es decir, qué<br />

mecanismos relacionan la actividad minera con el desarrollo y<br />

la pobreza: y lo que encontramos es que lo crucial resulta siendo<br />

el papel que juegan el Estado y las instituciones en general.<br />

Ya que el impacto principal de la actividad minera <strong>no</strong> va tanto<br />

por el lado del empleo o de los eslabonamientos productivos,<br />

si<strong>no</strong> por el de la tributación, resulta entonces crucial el uso<br />

que el Estado hace de esos recursos, y la capacidad de sus instituciones<br />

para invertirlos adecuadamente, buscando contribuir<br />

al desarrollo en general, y al de las comunidades afectadas por<br />

la actividad minera en particular. El trabajo de Barrantes muestra<br />

elocuentemente varios de los problemas que existen: primero,<br />

la magnitud de los fondos disponibles, escasos si los comparamos<br />

con las necesidades que se enfrentan; segundo, los criterios<br />

de asignación del Estado, que atomiza los recursos y los reparte<br />

creando efectos regresivos (<strong>no</strong> favorece a los más pobres); y<br />

tercero, los problemas que tienen los gobier<strong>no</strong>s regionales y<br />

locales para invertir de la mejor manera los recursos que finalmente<br />

reciben.<br />

Si bien los recursos que genera la actividad minera han aumentado<br />

sustancialmente en los últimos años, son de todas<br />

maneras escasos frente a los retos de la superación de la pobreza.<br />

La escasez debería llevar<strong>no</strong>s a focalizar mejor, privilegiando<br />

a las comunidades afectadas por la actividad minera, y atendiendo<br />

preferentemente a los distritos más pobres del país.<br />

Sin embargo, Barrantes encuentra que el ca<strong>no</strong>n se asigna con<br />

criterios que producen efectos regresivos, a diferencia de otros<br />

ingresos municipales, como el Foncomún y el Vaso de Leche.<br />

Esto debe llevar a debatir el cambio en los criterios de asignación,<br />

y es un tema sobre el cual los candidatos a las elecciones<br />

del 2006 deberían pronunciarse. El criterio actual de asignación<br />

de los recursos, basado en la ubicación de los asentamientos<br />

mineros según el mapa político de los distritos, provincias y regiones,<br />

<strong>no</strong> parece ser el más adecuado. Finalmente, hay también<br />

un problema en los gobier<strong>no</strong>s regionales y locales para gastar<br />

bien los recursos que reciben; se encuentran dificultades para<br />

formular proyectos, se desatienden los ámbitos rurales de extrema<br />

pobreza (y los más afectados por la actividad minera), y se<br />

privilegian las áreas urbanas; además, se registra un gasto ineficiente,<br />

que se destina mayormente a pequeños proyectos de<br />

escaso impacto a media<strong>no</strong> y largo plazo.<br />

No estamos aquí solamente ante un problema de incapacidad<br />

de nuestras autoridades. Es necesario <strong>no</strong> perder de vista<br />

que los gobier<strong>no</strong>s regionales reciben recursos de ca<strong>no</strong>n recién<br />

desde el 2002, y que si bien los municipios los reciben desde<br />

1996, los criterios de asignación han cambiado varias veces en<br />

los últimos años; además, los recursos del ca<strong>no</strong>n son significativos<br />

recién desde el 2003. Lo irregular de los flujos y su aumento<br />

reciente ayudan a entender las dificultades que enfrentan las<br />

autoridades para gastar mejor los recursos que reciben. Esto<br />

lleva a la necesidad de asegurar un flujo más regular y de crear<br />

algún fondo de contingencia para reducir la volatilidad de<br />

aquellos recursos que finalmente dependen de factores internacionales,<br />

como el precio de los minerales.<br />

Otro tema fundamental abordado en este texto es el que<br />

presentan Zárate y Durand, que es el de la relación entre actividad<br />

minera y protestas sociales. En la base de las protestas se<br />

encuentra siempre un problema de percepciones y sentimientos:<br />

la percepción de que la actividad minera afecta negativamente<br />

las actividades agropecuarias, que crea graves problemas ambientales,<br />

que genera trastor<strong>no</strong>s que <strong>no</strong> llega a compensar; y<br />

sentimientos de agravio frente al aparente poder omnímodo<br />

de la mina y la debilidad y pobreza de las comunidades, frente<br />

a las expectativas de progreso que <strong>no</strong> son satisfechas, sentimientos<br />

de desconfianza y temor frente a la “invasión” de actores<br />

exter<strong>no</strong>s que “se llevan las riquezas” y <strong>no</strong> dejan nada o muy<br />

poco a cambio. 2 Lo interesante que muestran Zárate y Durand<br />

2. Ver CAD 2005, donde se muestra elocuentemente cuán largo, opaco y tortuoso<br />

es el cami<strong>no</strong> que debe seguirse para que la explotación minera genere beneficios<br />

concretos para las comunidades. Pueden pasar muchos años entre el inicio de<br />

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