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tuvo en cuenta el consumo de antibióticos por parte de la madre<br />

durante las 80 semanas previas al embarazo, durante el<br />

embarazo, y durante las 80 semanas postparto. Los resultados se<br />

ajustaron por edad y año calendario, peso al nacer, edad<br />

gestacional, sexo, tipo de alumbramiento, número de partos,<br />

Boletín Fármacos 2014; 17 (4)<br />

estación del año en que ocurrió el parto, parto múltiple, y varios<br />

factores maternos (edad, si fumó durante el embarazo, si estaba o<br />

no empleada, presencia de asma).<br />

Cuadro 1. Resumen del estudio [18] realizado por Laura Tardón [20]<br />

Los niños que reciben antibióticos antes de su primer cumpleaños pueden tener mayor riesgo de desarrollar asma más adelante. No<br />

tanto por los propios fármacos, como se pensaba anteriormente, sino por el deterioro de la inmunidad frente a las infecciones<br />

víricas y por la presencia, en aquellos que la tengan, de una variante genética localizada en el cromosoma 17q21. Así lo anuncia<br />

una nueva investigación que acaba de publicar la revista The Lancet Respiratory Medicine [18].<br />

El incremento de riesgo de asma en niños que han tomado antibióticos durante la infancia (habitualmente indicado para el<br />

tratamiento de infecciones respiratorias, otitis y bronquitis) es un hecho constatado en numerosos estudios. Sin embargo, ninguna<br />

de las tres revisiones sistemáticas realizadas hasta la fecha ha podido concluir una relación clara de causa efecto.<br />

Con el objetivo de desentrañar dudas sobre esta compleja relación, Aida Semic-Jusufagic y su equipo, de la Universidad de<br />

Manchester (Reino Unido), ha llevado a cabo un estudio longitudinal en el que "hemos explorado la asociación entre la<br />

prescripción de antibióticos y las sibilancias respiratorias, exacerbaciones del asma y atopia durante la infancia [a través de sus<br />

historias clínicas y de pruebas de reacción a alérgenos realizadas a los tres, cinco, ocho y 11 años]; también hemos analizado la<br />

respuesta inmune frente a infecciones bacterianas y virales entre los menores que habían recibido antibióticos y los que no".<br />

Se tomaron muestras de sangre con el objetivo de observar la respuesta de las células del sistema inmunitario ante virus como el<br />

rinovirus, responsable del resfriado común, y contra bacterias como Haemophilus influenzae (causa meningitis e infecciones<br />

respiratorias) y Streptococcus pneumoniae (principal causa de neumonía). Además, "estudiamos la asociación entre la prescripción<br />

de estos medicamentos y los polimorfismos en el cromosoma 17q21", relatan los autores en su informe.<br />

¿Por qué esta localización? Se sabe, por estudios previos, que existe asociación entre la aparición precoz del asma y variantes<br />

genéticas en el cromosoma 17q21. Además, apunta Semic-Jusufagic, también están asociadas con susceptibilidad a desarrollar<br />

enfermedades respiratorias a una edad temprana.<br />

Resultados del estudio<br />

Después de analizar los datos de un grupo de 916 niños en Manchester que fueron seguidos desde su nacimiento hasta los 11 años,<br />

los investigadores observaron que los niños con sibilancias que fueron tratados con antibióticos durante el primer año de vida<br />

tenían más del doble de probabilidades de experimentar sibilancias graves o exacerbaciones del asma y de ser hospitalizados por<br />

este problema. En estos niños, "vimos que tenían una significativa menor inducción de citoquinas, que son clave de la defensa del<br />

cuerpo contra los virus". Sin embargo, no se encontraron diferencias en las respuestas antibacterianas, es decir, los niños que<br />

habían sufrido una infección por una bacteria no tuvieron más problemas respiratorios.<br />

Los investigadores también identificaron dos variantes genéticas en la región 17q21 que se asocian con un mayor riesgo de la<br />

prescripción de antibióticos en los primeros años de vida. En definitiva, para los autores de este trabajo, el mayor riesgo de asma<br />

no viene determinado por el propio uso de los antibióticos durante el primer año de vida, sino porque "hay factores ocultos que<br />

aumentan las probabilidades de la prescripción temprana y el desarrollo posterior de asma", y en definitiva son: "las alteraciones<br />

de la inmunidad viral y las variantes genéticas en el cromosoma 17q21".<br />

Otra de las conclusiones más destacadas de este estudio es que los autores no encontraron relación entre la prescripción precoz de<br />

antibióticos y el desarrollo de atopia (enfermedades alérgicas), lo que contradice la conocida teoría de la higiene. Una hipótesis<br />

que sugiere que la exposición temprana a estos medicamentos produce cambios en la flora intestinal y altera el desarrollo del<br />

sistema inmunológico de un niño, lo que aumenta su susceptibilidad para el asma alérgico en el futuro.<br />

Los autores confirmaron hallazgos anteriores y concluyeron que<br />

el uso materno de antibióticos durante el embarazo se asocia a un<br />

aumento del riesgo de asma en los hijos: la razón de tasas de<br />

incidencia ajustadas fueron: (aIRR) 1,24 (95% CI 1,18—1,30)<br />

para los pacientes hospitalizados, 1,22 (1,18—1,26) para los<br />

pacientes ambulatorios, y 1,18 (1,15—1,20) para los que<br />

consumían corticosteroides inhalados. También se encontró una<br />

asociación similar e independiente con el consumo de<br />

antibióticos por parte de la madre en las 80 semanas antes y<br />

después el embarazo. La asociación entre el asma y el consumo<br />

24<br />

de antibióticos dependió del número de tratamientos que recibió<br />

la madre, pero no guardo relación temporal con la fase del<br />

embarazo. Esto sugiere, que el consumo de antibióticos por parte<br />

de la madre es un indicador subrogado de la propensión de la<br />

madre a las infecciones, y es el factor que subyace a la relación<br />

entre el consumo de antibióticos por parte de la madre y el<br />

desarrollo de asma en el hijo [21]. Esta relación podría estar<br />

mediatizada por el microbioma, por una susceptibilidad genética<br />

que todavía está por determinar, o por un problema nutricional,<br />

quizás relacionado con un déficit de vitamina D [22].

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