pdf de edición - Sidoc

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Según la costumbre, su familia pensaba que Tara
estaba lista para casarse, porque sabía preparar
wabul, encender el fuego, atrapar y cocinar toda
clase de animales, curar heridas, hacer trajes de
tuno y decorarlos con colores prestados a raíces, flores
y hojas de todo tipo. Además, todos la conocían por la
fuerza de sus pulmones para cantar y nadar.
No quería casarse, temía morir como su madre:
soñando ser libre. A menudo se sentía culpable y sola,
pero en el agua era libre ¿volvía acaso al vientre de su
madre?
En medio de los preparativos para la boda, Tara fue al río y
grito: “¿Dónde está mi madre?”, y un manatí, que nadaba
muy cerca, todavía con hierba en la boca, le respondió:
“no lo sé”.
No hubo sorpresa, simplemente fue el inicio de una
conversación franca sobre su deseo de alejarse de
su pueblo y decidir por ella misma. El manatí también
compartió su historia, le contó cómo había dejado a su
gente para convertirse en un ser acuático.
La criatura inmensamente gorda y sensible le confió el
secreto, al tiempo de advertirle que eran necesarios tres
días con sus noches para la transformación. “Imposible”,
dijo Tara, “mañana me casan, tiene que ser hoy”.