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NARRATIVA E IDENTIDAD HISPANOAMERICANAS 35<br />

pintoresco aunque reunía todo lo horriblemente feo, inmundo y deforme de<br />

una pequeña clase proletaria del Río de la Plata” (Echeverría 1986: 98). Como<br />

señala con certeza Ghiano (1968: 83), la selección de este ámbito implicaba<br />

ya una actitud innovadora, pues el costumbrismo en boga, en particular el<br />

español, solía desechar de sus representaciones la miseria y sus fealdades,<br />

debido a que su público receptor, perteneciente en su mayoría a lo que ahora<br />

designaríamos como una clase media, prefería temas familiares a sus vivencias<br />

cotidianas y, claro está, no tan desagradables.<br />

Quizá el ambiguo sentimiento del narrador, en el que conviven la atracción<br />

y el rechazo, se aprecie mejor si comparamos El matadero con un registro<br />

coetáneo. En su obra South America and the Pacific, publicada en Londres<br />

en 1838, el viajero inglés Campbell Scarlett no deja dudas sobre la<br />

terrible sensación que le causa el matadero porteño: “Hoy fui con varios<br />

oficiales a ver la escena más repugnante de todas: la matanza de bueyes en<br />

el mercado. El cuadro de Hogarth sobre las últimas etapas de la crueldad<br />

no sobrepasa este espectáculo” (apud Romero 1983: 47). La referencia no<br />

podría ser más significativa: Scarlett construye una figura hiperbólica recordando<br />

a sus lectores británicos un elemento cultural familiar, las descomunales<br />

y crudas representaciones pictóricas de Hogarth, para implicar que las<br />

escenas del matadero las superan ampliamente (¡horror de horrores!). En<br />

suma, es obvio que Scarlett no se siente ni siquiera mínimamente atraído<br />

por el espectáculo.<br />

En su descripción del ambiente y de los asistentes al matadero logra el<br />

texto algunos de sus mejores pasajes y, sobre todo, los de mayor repercusión<br />

en la cultura rioplatense. Por ejemplo, cuando “la chusma” intenta aprovechar<br />

el barullo para robar algún trozo de carne, el narrador en tercera persona<br />

transcribe algunas expresiones directas emitidas por los anónimos participantes,<br />

como ésta: “—Che, negra bruja, salí de aquí antes que te pegue un<br />

tajo— exclamaba el carnicero” (Echeverría 1986: 101). Tanto la expresión<br />

coloquial “che” como el voseo argentino visible en “salí” consuman el afán de<br />

la generación del 37, a la cual pertenecía Echeverría, por fomentar formas<br />

lingüísticas propias, alejadas de las normas estipuladas por la Academia Española,<br />

según indiqué en la sección anterior. El texto destaca todavía más si<br />

se piensa que, en general, esos afanes innovadores se quedaban en la mera<br />

intención:<br />

La lucha contra el casticismo, repetido afán de los jóvenes [de la generación<br />

del 37], quedó casi siempre en el plano teórico; su desenfado verbal no suele

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