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NARRATIVA E IDENTIDAD HISPANOAMERICANAS 47<br />

de pilones de azúcar, tercios de panocha y piloncillo, de millares de naranjas<br />

y limas y de racimos de plátanos. Como estas producciones son de la<br />

tierra caliente, suelen estar acompañadas de alacranes, de mestizos, del<br />

fabuloso escorpión y alguna que otra culebra que, buscando calor o leche,<br />

si alguna pasajera va amamantando algún chiquillo, le hace compañía toda<br />

la noche (Payno 2000: t. 1, 196).<br />

He extendido esta cita para dejar un testimonio fehaciente del estilo<br />

usado por el narrador en tercera persona que controla el argumento, quien<br />

procede de forma acumulativa, por círculos concéntricos que si bien no<br />

siempre se dirigen a un fin unitario, contienen una cantidad de información<br />

impresionante. En el caso anterior, es curioso constatar que después de ese<br />

largo e informativo periplo, el narrador olvida decir algo elemental: que Cecilia<br />

es hija de una “trajinera” sólo en sentido figurado, porque su madre<br />

había sido dueña de un navío conocido con esa denominación; es decir, en<br />

una típica metonimia popular, el nombre del objeto se aplica al propietario<br />

de éste.<br />

Además de la información incluida en las notas a pie de página o en el<br />

glosario final, el propio narrador en tercera persona proporciona el significado<br />

de algunas frases de uso muy coloquial en México, lo cual demuestra la excelente<br />

capacidad de Payno para identificar cuáles expresiones son propias del<br />

pueblo. Cuando Evaristo, el personaje más vil de la novela, piensa en deshacerse<br />

de su mujer, el narrador explica el sentido de dos verbos populares dicotómicos<br />

y complementarios:<br />

En todo el camino pensó la manera de deshacerse de Casilda, y lo que primero<br />

le vino a las mientes para lograrlo, fue lo que nuestros hombres del<br />

pueblo llaman aburrirla. Son las dos maneras de tratar a las mujeres que,<br />

aunque con distintas formas, usan también los ricos, los bien educados y los<br />

nobles: quererla y aburrirla. Cuando uno de nuestros leperitos dice a quererla,<br />

es completo. En la calle van abrazados, en la casa no se separan y rebozos,<br />

y zapatos, y pulque, y almuerzos, y pellizcos con cariño, y el jarabe, el aforrado<br />

y el malcriado en las canoas de Santa Anita, y gastar con ella hasta el<br />

último medio del jornal. Cuando se trata de aburrirlas es otra cosa: pleito<br />

por la comida; pleito por un cabo de vela; por la camisa que no está bien<br />

planchada; y una cachetada un día y una patada en la cintura otro, y además<br />

malentendidos, porque el jornal lo gastan en la calle y exigen los alimentos<br />

como si diesen dinero para comprarlos (Payno 2000: t. 1, 142).

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