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NARRATIVA E IDENTIDAD HISPANOAMERICANAS 43<br />

Ahora bien, en el “Prólogo del autor” con que abre Los bandidos, Payno<br />

describe su objetivo central en estos términos:<br />

De los recuerdos de la triste historia del coronel Yáñez y de diversos datos<br />

incompletos, se ha formado el fondo de esta novela; pero ha debido aprovecharse<br />

la oportunidad para dar una especie de paseo por en medio de una<br />

sociedad que ha desaparecido en parte, haciendo de ella, si no pinturas<br />

acabadas, al menos bocetos de cuadros sociales que parecerán hoy tal vez<br />

raros y extraños […] (Payno 2000: t. 1, 23).<br />

Así pues, pese a la ostentosa portada, en la que inicialmente se califica a<br />

la novela como “naturalista”, sin duda la corriente literaria dominante en ella<br />

es el costumbrismo. Por ello resulta un tanto extraño que una obra de esa<br />

índole se haya divulgado primero entre el público español, el cual apenas<br />

comprendería muchos de los referentes culturales y lingüísticos del texto (si<br />

por fortuna lo atraía una trama tan local y abigarrada). En el fondo, con su<br />

obra Payno se enfrentó al más antiguo problema epistemológico: cómo hacer<br />

que los otros, en este caso los españoles, comprendieran referencias que no<br />

derivaban de una experiencia vital compartida, pues como dice el narrador<br />

de “El Aleph” en un trance análogo: “Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos<br />

cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten”<br />

(Borges 1996: t. I, 624). En primer lugar, sospecho que el contacto directo de<br />

Payno con España sirvió para atenuar previas y denigratorias alusiones suyas<br />

a esa cultura, como había hecho en El hombre de la situación, novela de 1861<br />

donde el peninsular Fulgencio García viaja a la Nueva España por sugerencia<br />

de su padre, quien le aconseja: “No hay que llorá: te va a México a cogé oro<br />

y plata. Tan luego como llegue, si el señor virrey te lo permite, va mirando<br />

donde pisa; la piedra que veas de oro, te la guardas; la de plata la deja pa lo<br />

criado y lo marinero” (Payno 1984: 16).<br />

La dificultad epistemológica a la que se enfrentó el autor rebasa, obviamente,<br />

el aspecto lingüístico, pero en este nivel se manifiesta de modo más<br />

patente. Por ejemplo, resulta imposible saber qué se imaginaba un lector español<br />

de fines del siglo xix al ver el retrato de una humilde casa mexicana:<br />

“amueblada con cuatro o cinco buenos petates, un tinajero, varios tecomates<br />

y guajes, dos metates, cántaros, cazuelas y ollas de barro, ayates y chiquihuites”<br />

(Payno 2000: t. 1, 47). Para paliar inconvenientes de este tipo, Payno<br />

decidió —quizá en consulta con su editor— añadir al texto narrativo dos<br />

elementos complementarios: a) una serie de notas a pie de página, explicando

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