286 - Diócesis de San Juan de los Lagos

PRE-MATRIMONIALES
AMOR es acoger al otro por él mismo, es aceptar
también los defectos que vienen, no de lo que quiere
ser, sino de su temperamento, de su educación, de lo
que ha recibido.
AMOR es respetarse mutuamente según su línea
personal y no la de su cónyuge; es aceptar que el
“otro” sea verdaderamente “otro” y quererlo como
tal.
AMOR es ser fiel a la palabra dada; es confiar en
el otro siempre, en cualquier circunstancia, sin condición
ni tiempo, total y absolutamente.
Clases de amor
EL AMOR EGOÍSTA: es el que trata de captar, de
tomar, de recibir, de atraer, de sacar ventaja de la otra
parte. Es un querer conseguir aquella persona que nos
causó el impacto más que afectivo, sensorial. Es en
una palabra un “amor de concupiscencia”. Se trata,
pues, de un amor egoísta, interesado: “ama a esa
persona porque se siente atraído por ella”. “La ama”,
porque le gusta, porque le conviene, porque la necesita.
De manera que en el fondo no existe más que una
manera de auto-placer, auto-servicio, auto-complacencia
o auto-felicidad. Un amor así no es verdadero
amor, es un disfraz, un espejismo de amor.
EL AMOR GENEROSO: Es el verdadero, el
auténtico amor, porque se ofrece, se da, se vuelca la
persona amante a la amada, no solo con lo que tiene,
sino sobre todo con lo que es. Sus características son:
generosidad, apertura, renuncia al propio yo, olvido
de sí mismo. Para decirlo de una vez: AMOR es
buscar la felicidad del otro.
AMOR MUTUO: Para que la obra amorosa sea
perfecta, no basta la donación propia del amante; se
necesita también la aceptación y correspondencia
generosa de la persona amada. Hace falta que el YO
se encuentro con el TÚ a través de una relación plena,
para una vez encontrados, casi confundidos, se convierta
en el NOSOTROS.
VERDADES FUNDAMENTALES DEL AMOR MATRIMO-
NIAL
El amor, fundamento de la vida matrimonial
Esto es verdad, hasta el punto que sólo él es capaz
de lograr que los esposos sean fieles a su compromiso.
Es tan importante que sin el amor no se puede
formar una comunidad conyugal y menos para siempre.
Hay que alimentarlo, cuidarlo, como se cuida
una semilla que se arroja en el surco de la tierra para
que crezca, se desarrolle, florezca y se convierta en
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espiga madura. Por eso, amarse no es sólo un derecho
de los esposos, es un compromiso libre y responsable
que contraen voluntariamente y que debe convertirse
en una hermosa realidad que les durará “toda la vida”,
hasta que la muerte los separe.
El amor es como el fuego, ha de estarse avivando
en todo tiempo para que las brasas no pierdan su calor
y no se conviertan en cenizas. Los esposos como
ministros de su amor, cada día, deben renovar su
compromiso de amor, amándose en las cosas sencillas
de la vida.
El amor implica discernir y disentir para pasar de
la simpatía a la empatía. El amor se ilustra plenamente
en el amor maternal, paternal, fraternal y filial. El
amor ha de ser personal, exclusivo, duradero e insustituible.
El amor es como el oro, cuando se trabaja aumenta
su valor. El amor es amistad y exige que haya sinceridad,
confianza, comprensión y respeto.
El amor exige madurez
El amor conyugal es ante todo una experiencia
que nos exige una madurez. Una madurez que
involucra todos los aspectos de la persona: cuerpo,
sentimientos, inteligencia.
La madurez nos exige control de nosotros mismos
Se llega a la madurez en la afectividad o en los
sentimientos, cuando no cualquier cosa nos hace
enojarnos o desesperarnos, cuando no se amanece
cada día de distinto “humor”, cuando no confundimos
el amor con ilusiones pasajeras y cuando
gozamos, como debe ser, con los bienes que
tenemos.
No por el hecho de haberse casado, automáticamente
se es maduro. Ni siquiera un grande amor
nos impide enojarnos, ni estar de mal humor. Por el
amor a la otra persona, cada día debemos alcanzar el
autodominio. La convivencia nos exige comportarnos
con el otro, con un control emocional y de
palabras. La ira fácil y explosiva, y la agresión a los
otros, de palabra y con acciones (violencia conyugal
e intrafamiliar), son señales inequívocas de que aún
no logramos la madurez en el amor.
La madurez nos lleva a la recta valoración
Se llega a la madurez de la inteligencia, cuando se
conoce el verdadero valor de las cosas y se busca lo
que realmente vale.
Se es socialmente maduro cuando se ha aprendido
a vivir en paz con los demás, a escuchar las opiniones
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