Primavera - Real Sociedad Canina de España

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CAZA
Figura 13.- “Papión, grabado de la
edición del Libro de las Maravillas del
Mundo, edición de Valencia 1540.”
El uso que hizo Mandeville 49 para sus
pretendidos viajes de relatos de viajeros
y descripciones históricas y geográficas,
le ha hecho merecedor de ser llamado
‘viajero de escritorio’. Se basó mucho en
Jean de Vitry que Sidney Lee en su Diccionario
de Biografías dijo de él “es su
descuidada lectura de De Vitry la causa
de que cambie los leopardos de Chipre
por papiónes”. 50
Sin acuerdo entre los manuscritos, aparece
una segunda vez papiónes en la
obra de Mandeville, ahora en las tierras
del fantástico Preste Juan; el francés
dice (f. 82r): “Aquí hay gran cantidad de
papiónes que son cisnes (signes) salvajes.”
El español (f. 77v): “Y hay papiónes,
que son perros salvajes.” Y el inglés
solo: “Y tambien hay gran cantidad de
perros salvajes.”
Son curiosos los grabados de algunas
ediciones de Mandeville, como el de
la de Valencia de 1540, 51 que se repite
en la de Londres de 1887 (fig. 13). 52 De
este grabado se copió el que representa
al lince en el Tratado de los animales de
Jerónimo Cortés, de 1672. 53 Hay otro,
Figura 14.- “Perros de Siria. Dibujo en, La
Historia Natural de la Biblia de Tristran
(1883).”
distinto esta vez, en la edición londinense
de Mandeville de 1829. 54
Xavier Walter (1997), en su traducción
de los viajes de Mandeville basada en el
Res. 02 F5 de la Biblioteca Nacional de
Francía, de finales del s. XV, añade una
curiosa versión pues, en vez de perros
domésticos, dice perros de Damasco.
Debe referirse al saluki (fig. 10). 55 Damasco
(Siria), bastante cercana a Chipre,
fue capital del califato Omeya, y los
califas omeyas, igual que luego los abasidas
de Bagdad, traían los salukis del
Yemen. Como los antiguos habitantes
de Persia, los árabes cazaban con halcones
y con salukis, pero también con
guepardos amaestrados.
Hoy no queda ninguna raza de perros
de caza que se llame de Damasco, pero
los viajeros occidentales de finales del
XIX y comienzos del XX 56 han tratado de
los perros vagabundos de esa ciudad.
Eran del tipo de los parias palestinos y
se les protegía para que librasen a los
habitantes de las carroñas. En contrapartida,
estos debían soportar sus continuos
aullidos nocturnos, como los de los
papiónes de Jacques de Vitry y los de
los perros de Siria que describe Tristram
(1883, p. 79) (fig. 14).
ERA CARACAL, NO CÁRABO
Lydekker (1894) dice del caracal que:
“sus presas consisten principalmente
en gacelas, los cérvidos más pequeños,
liebres, pavos reales, sisones, grullas y
otras aves, y es un animal tan ágil que
se ha verificado que es capaz de saltar
y capturar aves al vuelo a una altura de
dos metros (fig. 15)... Blyth 57 explica que
el pasatiempo favorito los indígenas [de
la India] es soltarle un par de caracales
amaestrados a un bando de palomas
que comen en el suelo, y que cada
uno de ellos llega a derribar hasta diez
antes de que el bando pueda escapar.
Se cree que la expresión “ojos de lince”
tiene su origen en el caracal.” Esto lo
repiten casi al pie de la letra Lundeberg
y Seymour (1910, p. 194). Mel y Fiona
Sunquist (2002, pp. 39 y sig.), añaden
a su dieta otras presas habituales: roedores
y hasta ovejas y cabras, e incluyen
un interesante testimonio del Dr.
Smithers (1983) que, en su monumental
estudio sobre la fauna de África del Sur,
narra como un caracal de su propiedad,
una vez adulto, cazaba palomas vivas
“a tal velocidad que la vista no lo podía
seguir”.
El caracal supera en velocidad de arranque
al velocísimo guepardo y Kingdon
(1977, p. 336) supone que su habilidad
para cazar aves puede ser el origen del
dicho inglés ‘poner un gato entre las
palomas’ y recoge la tradición, como lo
hacen luego Bothma & Walker (1999,
p. 124), de que en la India feudal se
hacían las competiciones de caracales
que comentaba Lydekker.
No comprendemos como Mas-Latrie no
advirtió que el papión podía ser un felino,
pues en los dos pasajes de su Historia
de Chipre que antes citamos 58 se
dice que los muflones se cazaban con
‘leopardos’. Tampoco que el de Anglure
dijo ‘bestezuela’, en vez de perro, como
seguramente hubiese dicho de ser un
can. Y aunque en la Edad Media se
practicaba la caza de liebres y carneros
con lebreles o sabuesos (fig. 16), castas
entre las que Mas-Latrie sitúa al carable,
la tercera presa que le atribuye el
de Anglure, la perdiz, no se cazaba con
ninguna de ellas. Jules Camus (1909)
ya negó su autoridad sobre asuntos venatorios:
“El conde de Mas-Latrie, que
ha pasado la mayor parte de su vida en
reconstruir la historia de Chipre en la
edad media, no sabía nada de las cacerías
orientales con los guepardos y
los linces, cazas que apasionaban a los
príncipes de la casa de Lusignan.”
A principios del s. XX se encontraron, en
Maressa, al sur de Israel, unas pinturas
sepulcrales del s. II a. C, en las que se
reconoce un caracal por sus peculiares
orejas, rotulado con la palabra lince en
griego linx (λυγξ). 59 Al publicar los hallazgos
(Peters & Thiersch, 1905, p. 95)
ya indican los autores que el Dr. Merrill
advierte que “son diferentes especies de
las encontradas aquí [la entonces Palestina]
y... son todas especies africanas.”
Pero en la zona ha quedado acreditado
la presencia de la subespecie Caracal
caracal Schmitzi (Matschie, 1912), cuyo
hábitat abarca desde Palestina a Siria,
Pakistán e India.
Camus indica en su artículo que las equivocaciones
en los nombres de animales
eran corrientes en los textos medievales,
e identifica al carable señalando que “en
78 el perro en españa