NUEVAS AVENTURAS DEL LADRÓN DE DISCOS - Rolling Stone
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C ARLOS SAMPAYO<br />
<strong>NUEVAS</strong> <strong>AVENTURAS</strong> <strong><strong>DE</strong>L</strong> <strong>LADRÓN</strong> <strong>DE</strong> <strong>DISCOS</strong><br />
caminando y escribiendo, rompiendo libreta tras libreta, poema<br />
tras poema, quemando libros mentales y, también, algunos de<br />
papel. Libros propios, se entiende. No obstante, trato de explicarle,<br />
de recordarle que un amigo me sugirió volar en 1972, digo, escapar<br />
de la muerte en avión. Clifford me mira con tristeza, como si quisiera<br />
preguntarme cómo puede escaparse uno de eso, a él que le<br />
ocurrió a los veintiséis. Me doy cuenta y cambio de tema: volé porque<br />
me gustaba el aire, quería conocer las alturas, seguir escuchando<br />
su música, la de Sonny Rollins, la de Harold Land, la de Elmo<br />
Hope… Tiro sobre la mesa nombres sorprendentes, por íntimos,<br />
que son del pasado de Clifford, digo: Richie Powell, Max Roach,<br />
Teddy Edwards, insisto, Gigi Gryce, Charlie Rouse, Tadd Dameron,<br />
nada menos, recuerdo, Junior Mance, Clark Terry, Zoot Sims, susurro<br />
Lionel Hampton (aquí se tapa la boca para no reírse a carcajadas<br />
por respeto a los mayores), bajo a tierra, digo Art Farmer y él<br />
me contesta que está con él, que desde que Art murió juegan<br />
mucho al ajedrez, que hasta que volvió a verlo nunca había imaginado<br />
que podía envejecerse tanto. Dice que hablan de viejos amigos<br />
dejados en Suecia, de Arne Domnérus, Åke Persson, Lars Gullin,<br />
Gunnar Johnson, Bengt Hallberg, Jack Norén, alguno de ellos ya<br />
fiambre.<br />
Ahora me entristezco. Los sonidos que los muertos no han podido<br />
dar a nacer se fueron con ellos, lo que queda sólo es un rastro<br />
monótono, los discos. Objetos que se parecen en su cadenciosa<br />
monotonía.<br />
Hoy soy sordo ante los discos.<br />
Y prefiero caminar sin compañía. Me agacho a recoger una flor,<br />
una gardenia caída del ramo de alguien apresurado y saltarín.<br />
Cuando estoy por hacer pedazos una nueva libreta, Clifford me<br />
alcanza, me pone la mano en el hombro y me agradece las deferencias,<br />
su presencia en este lugar tan remoto que significo. ¿Remoto<br />
yo?, sugiero, si estoy en el centro de mí mismo, en el centro del<br />
mundo o del disco. Si sólo soy el agujero del disco y tu música me<br />
rodea mientras gira, Clifford. Me animo a preguntarle cuál es su<br />
interpretación preferida; no duda:<br />
–Easy Living, esa balada que toqué con John Lewis, la del disco<br />
de Blue Note.<br />
Pienso que he estado tanto en ese disco, que también estuve allí,<br />
en 1953, un chico de diez años, callado y sorprendido, caminante.<br />
Es 13 de agosto de 1953, la música sugiere calor y ningún pudor.<br />
Estamos en el bar de Teddy, un tugurio de la calle 8 de Manhattan.<br />
Dentro de una hora tomaremos el ferry hacia New Jersey, al estudio<br />
de Rudy Van Gelder, un joven mago de los micrófonos. Dice<br />
John Lewis que Rudy es el mejor, que sabe manejarse como nadie,<br />
que entra en la música como un músico, que toca las teclas y los<br />
enchufes como un pianista. Dice Percy Heath que Rudy entiende al<br />
contrabajo como ningún otro técnico, que sabe el punto justo que<br />
ha de darle al volumen, que se pasea por la música junto con el<br />
contrabajista y pregunta, entre risas, qué nos parece Ray Brown,<br />
cuando todos sabemos que el contrabajo de Ray es como un<br />
camión de largo recorrido, y así avanzamos hasta que un camión<br />
verdadero se detiene en el semáforo y Arthur (Art Blakey) dice que<br />
miremos, que allí está Ray Brown, juegos de palabras para matar el<br />
tiempo, porque nos gusta el desafío de hoy: cinco temas, quién sabe<br />
quien irá a escucharlos en el futuro.<br />
Algún paseante perdido en una calle de Milán, en 1976, se detiene<br />
en un negocio de via della Moscova esquina Corso Garibaldi: Easy<br />
Living… sabe que es Clifford Brown, entra al local y pregunta por el<br />
precio, siempre una fortuna al alcance de otros bolsillos.<br />
Milán es una ciudad próspera para los prósperos milaneses, el<br />
paseante es casi pobre, no tiene futuro y prefiere no tener pasado.<br />
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