Thompson, La economía moral de la multitud
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214 COSTUMBRES EN COMÚN LA ECONDMÍA (~MORAb} DE LA MULTITUD 215No han reflexionado, sino <strong>de</strong> manera superficial, sobre los materialesque ellos mismos han <strong>de</strong>scubierto. Así, Beloff comenta con respectoa los motines <strong>de</strong> subsistencias (jood riotsy <strong>de</strong> principios <strong>de</strong>i siglo XVIII:«este resentimiento, cuando el <strong>de</strong>sempleo y los altos precios se combinabanpara crear condiciones insoportables, se <strong>de</strong>scargaba en ataquescontra comerciantes <strong>de</strong> cereales y molineros, ataques que muchasveces <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>generado en simples excusas para eI crímen».'Sin embargo, registraremos inútilmente sus páginas en busca <strong>de</strong> loshechos que nos permita <strong>de</strong>tectar <strong>la</strong> frecuencia <strong>de</strong> esta «<strong>de</strong>generación»,Wearmouth, en su útil crónica <strong>de</strong> los disturbios, se permite enunciaruna categoría explicatoria: <strong>la</strong> «miseria».' Ashton, en su estudío sobrelos motines <strong>de</strong> subsistencias entre los míneros, formu<strong>la</strong> el argumentopropio <strong>de</strong>i paternalista: «<strong>la</strong> turbulencia <strong>de</strong> los mineros <strong>de</strong>be, por supuesto,ser explicada por algo más elemental que <strong>la</strong> política: era <strong>la</strong>reacción instintiva <strong>de</strong> <strong>la</strong> virilidad ante el hambre».' Los disturbios fueron«rebeliones <strong>de</strong>i estômago», y pue<strong>de</strong> sugerírse que esto, en ciertomodo, es una explicación reconfortante. <strong>La</strong> línea <strong>de</strong> análisis es: hambre-elemental-instintiva.Charles Wilson continúa <strong>la</strong> tradición: «Alzasespasmódicas en el precio <strong>de</strong> los alimentos incitaron al motín a losbarqueros <strong>de</strong>i Tyne en 1709 y a los míneros <strong>de</strong>i estaüo a saqueargraneros en Falmouth en 1727». Un espasmo condujo a otro: el resultadofue eI «pil<strong>la</strong>je»;'Durante décadas, <strong>la</strong> historia social sistemática ha quedado rezagadacon respecto a <strong>la</strong> hístoría económica, hasta el momento actualen que se da por hecho que una especialización en <strong>la</strong> segunda disci-1, M. Beloff, Public ar<strong>de</strong>r and popu<strong>la</strong>r disturbances, 1660-1714 Oxford 1938p.75. . , ,2. R. F. Wearmouth, Methodism and lhe common people of lhe eighteenthcentury, Londres, 1945, esp. caps. I y 2.3. T. S. Ashton y J. Sykes, The coaI índustry of lhe eighteenth century, Manchester,1929, p. 131..4. Charles Wilson, Eng<strong>la</strong>nd'sapprenticeship, 1603-1763, Londres, 1965, p. 345.Es ~Ierto que los magistrados <strong>de</strong> Falmouth informaron ai duque <strong>de</strong> Newcastle (16 <strong>de</strong>novíembre d~ 1727) <strong>de</strong> que «los revoltosos mineras <strong>de</strong>i estaão» habían «irrumpido ysa~ueado var~as <strong>de</strong>spensas y graneros <strong>de</strong> cereal». Su informe concluye con un comentanoque sugrere que no fueron mucho más capaces que algunos historiadores mo<strong>de</strong>rnosen com pren<strong>de</strong>r <strong>la</strong> racionalidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> accíón directa <strong>de</strong> los mineras: «<strong>la</strong> causa<strong>de</strong> estos atropellos, según pretendían los amotinados, era <strong>la</strong> escasez <strong>de</strong> grano en elcondado, pero esta sugerencia es probablemente falsa, pues <strong>la</strong> mayona <strong>de</strong> los que sellevaron el grana lo dieron o lo vendieron a un cuarto <strong>de</strong> su precio». PRO, SP 36/4/22.plina confiere, automáticamente, igual nivel <strong>de</strong> pericia en <strong>la</strong> primera.Uno no pue<strong>de</strong> quejarse, por lo tanto, <strong>de</strong> que <strong>la</strong>s recientes investigacioneshayan tendido a tergiversar y cuantificar testimonios que sólose comprendían <strong>de</strong> manera imperfecta. El <strong>de</strong>cano <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> espasmódicaes, por supuesto, Rostow, cuyo tosco «gráfico <strong>de</strong> <strong>la</strong> tensiónsocial» fue presentado en 1948 por primera vez.' De acuerdoeon este gráfico, no necesitamos más que unir un índice <strong>de</strong> <strong>de</strong>sempleoy uno <strong>de</strong> altos precios <strong>de</strong> los alimentos para encontramos encondiciones <strong>de</strong> hacer un gráfico <strong>de</strong>i curso <strong>de</strong> los disturbios sociales.Esto contiene una verdad obvia (<strong>la</strong> gente protesta cuando tiene hambre);<strong>de</strong> igual manera que un «gráfico <strong>de</strong> <strong>la</strong> tensión sexual» mostraríaque el comienzo <strong>de</strong> <strong>la</strong> madurez sexual pue<strong>de</strong> corre<strong>la</strong>cionarse eonuna mayor frecuencia en dicha actividad. <strong>La</strong> objeción es que estegráfico, si no se usa con discreción, pue<strong>de</strong> dar por concluida <strong>la</strong>investigación en el punto exacto en que ésta adquiere verda<strong>de</strong>ro interéssociológico o cultural: cuando está hambríenta (o con apetitosexual), i,qué es lo que hace <strong>la</strong> gente?; i,cómo modifican su conducta<strong>la</strong> costumbre, <strong>la</strong> cultura, y <strong>la</strong> razón? Y (habiendo convenido enque el estímulo primaria <strong>de</strong> <strong>la</strong> «miséria» está presente), i,contríbuye<strong>la</strong> conducta <strong>de</strong> <strong>la</strong>s gentes a una función más 'compleja, y culturalmentemediatizada, que -por mucho que se cueza en el homo <strong>de</strong>ianálisis estadístico- no pue<strong>de</strong> retrotraerse <strong>de</strong> nuevo ai estímulo?Son muchos, entre nosotros, los historiadores <strong>de</strong>i <strong>de</strong>sarrolloculpables <strong>de</strong> un craso reduccionismo económico que elimína <strong>la</strong>scomplejlda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> motivación, conducta y función; reduccionismoque, <strong>de</strong> advertiria en el trabajo <strong>de</strong> sus colegas marxistas, les haríaprotestar. El <strong>la</strong>do débil que comparten estas explicaciones es unaimagen abreviada <strong>de</strong>i hombre económico. Lo que es quizá un motívo<strong>de</strong> sorpresa es el clima intelectual-esquizoi<strong>de</strong>, que permite a estahistoriografia cuantitativa coexistir (en los mismos sitias y a vecesen <strong>la</strong>s mismas mentes) con una antropologia social que <strong>de</strong>ríva <strong>de</strong>Durkheim, Weber o Malinowski, Conocemos muy bien todo lore<strong>la</strong>cionado con el <strong>de</strong>licado tejido <strong>de</strong> <strong>la</strong>s normas sociales y <strong>la</strong>s reei-5. W. W. Rostow, British economy in the nineteenth century, Oxford, 1948,esp. pp. 122-125. Entre los más interesantes estudios que re<strong>la</strong>cionan precios-cosechasy disturbios popu<strong>la</strong>res están: E. J. Hobsbawm, «Bconomíc fluctuations and somesocial movements», en <strong>La</strong>bouríng men, Londres, 1964 (hay trad. cast.: Trabajadares.Crítica, Barcelona, 1979), y T. S. Ashton, Economic F/uctuations in Eng<strong>la</strong>nd,1700-1800, Oxford, 1959.