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34Mando se quedó esa noche en Fuerte Tiuna, alertadodel movimiento. Tagliaferro llega a la puertadel cuartel, pero cuando los tanques vienen saliendo,¿qué podía hacer él? Nada. “¡No se llevenlos tanques!”. Parece que hasta un perro, que erala mascota de los soldados, venía con ellos.Hay muchos chistes. Florencio Porras Echezuría,que es un genial muchacho y, entre otrascosas, un gran caricaturista, hizo en la cárcelmuchos de esos cuentos. Entre otras historias,hay una del comandante del Batallón de Tanques,que fue un buen amigo mío. Lo recuerdocon cariño y me dio cierto dolor, porque hastaese día su carrera iba bien, pero le quitamos lostanques. Ese buen amigo, que era más antiguoque yo, era comandante porque el Alto Mando,como estrategia, a mi promoción no nos dieroncomando de batallones de tanque. A mí me tocabacomandar uno, porque yo era de Blindados.Esa era mi carrera, pero no me dieron comando.Les dieron batallones a unos oficiales que yaestaban por irse del grado de teniente coronel,pero igualito le quitamos los batallones con loscapitanes, los tenientes y los sargentos.Entonces, dicen que ese comandante vio untanque que se quedó ahí al frente del comando;se habían ido todos los tanques, menos uno. Elcañón quedó apuntando a la puerta del comando.Después que se fueron todos, sale con la pistolay gritaba: “¡Soldados!, ¡no disparen, soy su comandante!”Y él ahí, con la pistolota apuntando altanque, imagínate tú, en un gesto de coraje y dedignidad, hay que reconocerlo, pues le llevarontodo el batallón. Pero quedó uno y él iba a recuperarsu tanque. Y el tanque parado ahí, y él conla pistola, pero no lo perdonaron y le pintaron sucaricatura. Porque resulta que logra llegar hastael tanque, después de mucha maniobra y gritosde “¡No disparen, soldados, que soy su comandante!”,y se movía por aquí, por allá, media horaestuvo en eso. Cuando subió por fin al tanque…estaba solo. Es que no había prendido el motor ylo dejaron. El tanque estaba solo, no había nadie.Esos son los chistes del 4 de febrero.En Valencia, al general, comandante de laBrigada Blindada, cuando lo agarraron, pareceque estaba medio borracho, porque tomabamucho ese hombre. Los capitanes Valderrama,Arteaga Páez y Godoy Chávez llevaron al generalal calabozo de los soldados, que está ahí ala entrada al cuartel. En el calabozo estaba unsoldado que se la pasaba preso por faltón. Elguajiro se despierta con aquel alboroto. Era yamedianoche. Prenden la luz del calabozo y cuandoel guajiro ve que traen al general y lo meten ledice: “¡Verga, mi general! Tú sí eres faltón. ¿Quéhiciste, mi general?, ¿qué hiciste que te metieronpreso aquí conmigo?”. Porque los guajirostutean a todo el mundo. El guajiro no dice usted,es costumbre de ellos: “Tú, mi capitán”, “tú, miteniente”. Yo tenía unos guajiros, los guajiros enCUENTOS DEL ARAÑEROlos paracaidistas, eran un show porque no lesdaba miedo nada. Pero entonces, en la puertadel avión uno les decía: “Miren, que tienen quepegar los codos, tienen que saltar así”. Y ellosmiraban, ¡ujú! Sí, con cara de susto, pero cuandoles tocaba, saltaban de una vez: son audaces;bueno, indios al fin.Ese 4 de febrero fueron hasta el Cuartel de laMontaña Fernán Altuve Febres, un viejo conspirador,que era asesor del ministro de Defensa,y Santeliz Ruiz, en un carro civil, pero HermesCarreño le echó una ráfaga y casi se raspó ahí aAltuve y a Santeliz. Yo, ya como tigre enjauladoahí, no tenía comunicaciones y finalmente losmando a pasar. Estaba rodeado, sin conexióncon los tanques, sin conexión con el Zulia, ni conla base de La Carlota. Recuerdo que yo cargabauna granada de mano aquí, guindada en mi arnés,una granadita de mano defensiva. CuandoAltuve vio que ya tomé la decisión de rendirme,me dijo: “Comandante, este es un día histórico,regáleme esa granada. Yo pelé por la granada yse la di, y creo que un pequeño radio que nuncasirvió para nada; él debe tener eso guardado”.Altuve fue testigo de aquel momento en queyo reuní a las tropas que tenía bajo mi mandoallí en el cuartel, oficiales y tropa y es lo que élllama “el primer por ahora”. Eso fue amaneciendoya, el sol estaba levantando. Les di un saludoa mis tropas y oficiales y mandé: “Pabellones,armen, y a la izquier… Quedan a la ordendel coronel del Museo Histórico y sus oficiales”.Entregué las tropas y pedí respeto para ellos, yes cuando me dice Santeliz: “Chávez, ahora hayque tener cuidado porque la orden es que salgade aquí muerto”. Santeliz, Altuve y el mismoCoronel del Museo ayudaron a simular, porquehabía francotiradores rodeando aquello, conorden de que yo no saliera vivo. Cuando me dicenque la orden es matarme y los F-16 pasabanmuy bajito, entonces ahí me llegó la idea de lamuerte. Yo dije: “¿Y por dónde vamos a salirpara que no me cacen los francotiradores queya han matado a por lo menos tres soldadosde los míos?”. Me llegó la noción de la muerte,y ¿saben qué recuerdo? Un pensamiento rápido:“Rosita, María, Huguito, yo hoy no muero”.No lo paraba nadieCarlos Andrés Pérez me conocía, yo trabajé conél y le hablé varias veces por distintas razones,de trabajo, sobre todo, ahí en Seconasede. Meconocía muy bien, Jesús Ramón Carmona, queera ministro del Despacho, y Heinz Azpúrua, queera jefe de la Disip y estuvo detrás de mí durantecinco años, siguiéndome, buscando alguna cosa ysiempre me dijo cada vez que me interrogó: “Puedesirte, Chávez, algún día cometerás un pecadillo.Yo te agarro algún día”. Un día después del4 de febrero él fue al DIM y me llama el generaldel DIM: “Mira, aquí está el general Heinz, quequiere hablar contigo”. “¿Quería una muestra?¿Quería un pecadillo?”. “Bueno, -dijo Heinz- lofelicito Chávez, de verdad, no pudimos deteneresto”. “No, es que no lo iban a detener, mi general—le dije yo— ni que me hubieran arrestado a mí,o a Arias, o al otro; esto no lo paraba nadie. Es unproceso imparable, inevitable, eso no depende deun hombre. Si usted me hubiera agarrado presohace un año o dos años, quizás hubiera sido hastapeor”. Y en verdad era así, fue un proceso desatado.La revolución que volvía.¿Tú no ves que soy Chávez?Marisabel me dio una sorpresa muy profunda ygrata. Ella rescató, de algún rincón, una caja decosas que se habían perdido. Ayer llegué y estabanella, Rosinés y Raúl con unas agendas muyviejas, fotos, cartas. Comenzamos a sacar cosas,así como de un baúl, como un niño con juguetesnuevos. Y de aquellas agendas, la más viejaque conseguí fue la del año ‘81. Yo era teniente.Le dije a Marisabel: “Mira esto”. En las últimashojas de la agenda un símbolo escrito en letrasnegras, unas siglas. Cuando vi eso se me vinouna cabalgata de recuerdos. Claro, eran las primerassiglas del movimiento en el año ’80 o el‘81. ZMB: Zamora, Miranda y Bolívar, porquenosotros discutimos durante varios años sobreMiranda y nos fuimos a estudiar en la Colombeiay los archivos de Miranda, y estudiamossu trayectoria revolucionaria. Al final, despuésde discusiones y cosas, se impuso MBR, queprimero fue EBR: Ezequiel Zamora, Bolívar ySimón Rodríguez. Andábamos buscando la raízideológica.Después, buscando la otra agenda, la del ’92, ledigo a Marisabel: “¡Mira como se detuvo el tiempo!”.La agenda está llena hasta el 3 de febrero,y hay una nota del mismo 3 de febrero, queescribí muy rápido: “Buscar a Garrido”. Era elcoronel Garrido. Estábamos haciendo esfuerzosdesesperados, de última hora, por garantizarnosel apoyo de la Fuerza Aérea. Y me dijo un piloto:“Busquen al coronel Garrido”. Yo lo anoté,aunque no me dio tiempo de buscarlo, porqueandábamos en tantas cosas.Recuerdo la noche del 4 de febrero, presosen el Cuartel San Carlos. Uno decía: “Bueno, hubiesesido mejor la muerte”, o en los sótanos dela DIM cuando ya nos llevaron, no tanto en elSan Carlos porque estábamos juntos, el grupoy la capitanada y los comandantes. Nos abrazábamosy sentíamos el dolor, pero estábamosjuntos. Pero luego nos llevaron a los sótanos delDIM y era cada uno solo por allá, en una celdafría, en unos sótanos, y uno se sentía comomuerto. Hasta que comenzó a llegar ese pueblo.

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