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Divina Comedia, Dante Alighieri

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mas los vuestros tal arte no aprendieron.» 51Surgió entonces al borde de su fosootra sombra, a su lado, hasta la barba: 53creo que estaba puesta de rodillas. 54Miró a mi alrededor, cual si propósitotuviese de encontrar conmigo a otro,y cuando fue apagada su sospecha, 57llorando dijo: «Si por esta ciegacárcel vas tú por nobleza de ingenio,¿y mi hijo?, ¿por qué no está contigo?» 60Y yo dije: «No vengo por mí mismo,el que allá aguarda por aquí me llevaa quien Guido, tal vez, fue indiferente.» 63Sus palabras y el modo de su penasu nombre ya me habian revelado;por eso fue tan clara mi respuesta. 66Súbitamente alzado gritó: «¿Cómohas dicho?, ¿Fue?, ¿Es que entonces ya no vive?¿La dulce luz no hiere ya sus ojos?» 69Y al advertir que una cierta demoraantes de responderle yo mostraba,cayó de espaldas sin volver a alzarse. 72Mas el otro gran hombre, a cuyo ruegoyo me detuve, no alteró su rostro,ni movió el cuello, ni inclinó su cuerpo. 75Y así, continuando lo de antes,«Que aquel arte -me dijo- mal supieran,eso, más que este lecho, me tortura. 78Pero antes que cincuenta veces arda 79la faz de la señora que aquí reina,tú has de saber lo que tal arte pesa. 81Y así regreses a ese dulce mundo,dime, ¿por qué ese pueblo es tan impíocontra los míos en todas sus leyes?» 84Y yo dije: «El estrago y la matanzaque teñirse de rojo al Arbia hizo, 86obliga a tal decreto en nuestros templos.» 87

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