Biblioteca - Gredos

cumpleaños, que era leido y vuelto a leer en alta voz
por chicos y grandes ...
Creo que el exceso de libros de entretenimiento es
contraproducente en la infancia y que la excesiva
diversidad diluye el interés.
Desde los dos años a los nueve, el cuento es para
el niño como la novela para el adulto: el alimento de
la fantasía, el cauce de la imaginación, que necesita
no quedarse sola, entregada a si misma, porque se
atrofiaría o entraría en el campo de lo patológico.
Y siguiendo en el orden anunciado, trataremos del
cuento clásico como el comienzo de la educación
literaria. No puede decirse como yo he oído comen-
tar: "Todo eso de hadas, princesas y pomos ya está
anticuado y no interesa a los niños". Lo mismo
podría decirse en este caso del Cantar del Mio Cid,
de La Divina Comedia, de las tragedias griegas y
hasta del Quijote.
No. El cuento clásico es el origen de toda la lite-
ratura mundial, y bueno es conocerle en la infancia,
porque fue creado en la infancia de la humanidad.
Posiblemente nació en las mesetas del Asia cen-
tral. Dice Max Müller que "los elementos y gérmenes
de todos los cuentos de hadas pertenecen al período
que precedió a la dispersión de los pueblos de raza
aria". Esta raza, que al dispersarse llevó consigo los
nombre de Sol, Hogar, Aurora y todos los de raíz
común a todos los idiomas, así como sus creencias y
la fraseología mitológica, produciendo todo ello fm-
tos diversos al trasplantarse en distintos climas.
Se ha comprobado también que la mayor parte de
esos cuentos tienen un origen mítico o astrológico.
Dice Menéndez y Pelayo: "materia religiosa de
extraordinaria riqueza son los cuentos".
Es muy posible que todo cuento encierre en sím-
bolos algo que ya se ha olvidado quedando única-
mente su bella envoltura, pues el símbolo es la forma
primitiva de las manifestaciones del espíritu, y aún
quedan huellas profundas en nuestro subconsciente
que se manifiestan en los sueños y que han sido estu-
diadas en Psicogénesis.
Hay cuentos como Pulgarcito, que se han señalado
como de indudable procedencia astrológica. Igual-
mente el cuento de Los siete cabritos y el lobo, que se
supone es el símbolo de la constelación Las cabrillas.
La constelación Casiopea, dicen que dio origen al
cuento de Blanca Nieves. Casiopea, como todos
sabemos, fue la reina de Etiopía, esposa de Cefeo y
madre de Andrómeda. Tal vez el cuento de Blanca
Nieves no sea otra cosa que el mito griego de Casio-
pea contado y vuelto a contar en las cocinas y en los
castillos de la Edad Media.
Caperucitu, se dice que es la representación de la
Aurora, que con su caperuza roja se convierte en el
Sol y es devorada por el Lobo de la noche.
El modo, causas, permanencia y medios de trans-
misión de estos cuentos son siempre parecidos. Los
pueblos nómadas, al recorrer las regiones los iban
dejando a su paso; los trovadores, los peregrinos, los
mendigos, los transportaban de un lugar a otro.
Después los pueblos, haciendo suyo el relato,
olvidaban al cuentista y suponían que el cuento era
nacido en su región. Así, los hermanos Grimm,
recorriendo las posadas de Alemania y oyendo
contar estos cuentos, proclamaban -¿cómo no?-
que era Alemania la nación más rica en Literatura
popular que existía. También Perrault, oyendo
narrar cuentos a su nodriza, supone que es en
Francia donde ha tenido su origen el cuenti de
hadas ... Y la verdad es que los cuentos alemanes
son los mismos cuentos franceses, y los daneses
que luego nos cuenta Andersen.
Se conocen ciento treinta versiones de Caperucita
y más de cien de La Cenicienta. Hasta en los cuentos
del África central hay reminiscencias de los cuentos
universales.
A través de las obras maestras de la novela y el
teatro mundial, se hallan siempre vestigios de los
cuentos universales, recogidos o no por los recopila-
dores. Shakespeare, Lope de Vega, Cervantes, Tirso
y Calderón se han nutrido, muchas veces, de la fuen-
te p\rimitiva de estos cuentos.
Todos los que me escuchan saben todo esto, pero
yo he querido recordarlo, para reforzar así mi afir-
mación de que siendo el cuento la base de la literatu-
ra, es bueno familiarizar al niño desde la cuna con él;
y que siendo estos cuentos en exceso pueriles, tienen
su lugar en los primeros años de la vida, cuando pue-
den ser apreciados como cosa oportuna y viva por
cerebros tan nuevos como aquellos que los inventa-
ron. Después, ya sólo con fines de erudición, pueden
ser leídos ... Si hemos perdido la oportunidad de
conocerlos en la infancia, ya sólo veremos en esas
fantasías, fósiles empolvados ... Pero si los hemos
gustado en la niñez, yo aseguro a ustedes, por propia
experiencia, que continuarán siendo un manantial de
poesía hasta la vejez.
Y ahora pasemos a la parte moral del cuento.
Dice Rainer María Rilke: "En la vida no hay cla-
ses para principiantes. Enseguida nos exigen lo más
difícil".
Y lo más difícil es saber vivir. Todo niño desea,
como todos deseamos, ahorrarse experiencias, saber
cómo han vivido otros, cómo han triunfado y cómo
han fracasado, cómo se consigue lo que se desea y
cómo y por que se pierde después de conseguido. No
importa que los personajes del cuento sean desmesu-
rados y fantásticas sus aventuras; al contrario, de este
modo cobran mayor relieve y están más cerca de la
vida interior, desmesurada y fantástica del niño.