Roach <strong>de</strong> que «toda nuestra herencia / Fue el primercorazón <strong>de</strong>l hombre, su sangre brotando comoun manantial / Su esperanza siempre brotando»– seha abierto paso como el oxígeno hasta cada poroétnico y cultural <strong>de</strong> la conciencia antillana.Es esa presencia –que se encuentra en todas partesy en superioridad numérica en <strong>las</strong> is<strong>las</strong>– lo quele da su esencial continuidad a la realidad regional.Ese mundo sería entera, inconcebiblemente distintosin esa presencia. De ahí que Geoffrey Drayton, unhijo <strong>de</strong> la plantocracia blanca, evoque así ese mundoen su novela Christopher, que es en buena medidaautobiográfica:En <strong>las</strong> noches <strong>de</strong> luna, los trabajadores <strong>de</strong> <strong>las</strong> al<strong>de</strong>as<strong>de</strong> la plantación se reunían para entonar himnos.Los himnos eran cristianos, pero los ritmosque usaban para cantarlos eran africanos, simplesy repetitivos, y ganaban en velocidad y volumen amedida que se prolongaban. En <strong>las</strong> iglesias quelos negros habían construido para su uso, presididaspor sacerdotes negros que no habían recibidouna educación, <strong>las</strong> congregaciones llevaban el ritmocon pan<strong>de</strong>retas. En <strong>las</strong> noches, al aire libre,los tambores sincopaban. // El cuerpo <strong>de</strong> Christopherse tensó al escuchar cómo comenzaban lostambores… Sintió que su cuerpo se contraía y seempequeñecía al crecer el ritmo.En otras palabras, no sería poco realista plantearque <strong>las</strong> estructuras emocionales <strong>de</strong> los antillanosblancos privilegiados también han sido mol<strong>de</strong>adaspor el peso y el significado <strong>de</strong> la presenciaafricana en <strong>las</strong> socieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>las</strong> Antil<strong>las</strong>. Drayton,nuestro compatriota blanco, a quien <strong>las</strong> circunstanciaslamentablemente divorciaron <strong>de</strong> nosotros en lainfancia, pero que, como poeta y novelista, es nuestrocolega, pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse una evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> lapolémica generalización que se atribuye al poetapuertorriqueño Luis Palés Matos: «El negro vive físicay espiritualmente <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> todos nosotros, ysus características, filtradas a través <strong>de</strong>l mulato, influyen<strong>de</strong> manera muy evi<strong>de</strong>nte en todas <strong>las</strong> manifestaciones<strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> nuestra gente».A mi juicio, es el papel esencial y omnipresente<strong>de</strong>l cuerpo en la conciencia lo que le da a la i<strong>de</strong>ntificación<strong>de</strong> lo físico y lo espiritual un significado tanmaravillosamente preciso y resonante. Si Drayton,en la historia <strong>de</strong> Christopher, nos proporciona unejemplo <strong>de</strong> la influencia abarcadora <strong>de</strong> esta presenciaafricana, Samuel Selvon, el novelista, completacon otro ejemplo nuestra triplicidad. Un puntoa ser <strong>de</strong>sarrollado es el <strong>de</strong> que a medida que losantillanos <strong>de</strong> origen indio <strong>de</strong> Trinidad ingresan en laórbita <strong>de</strong> la conciencia nacional local, se produceuna criollización <strong>de</strong> los sentimientos y gestos, queresultan indistinguibles <strong>de</strong>l estilo y el ritmo <strong>de</strong> lamayoría negra. El tono y la dirección, tan obvios ycercanos a la tierra, <strong>de</strong> <strong>las</strong> nove<strong>las</strong> <strong>de</strong> Selvon –quees un antillano <strong>de</strong> origen indio–, no son diferentes<strong>de</strong> los que aparecen en los escritos <strong>de</strong> sus colegashijos <strong>de</strong>l vientre <strong>de</strong> África. He aquí un fragmento <strong>de</strong>un cuento excelente, «Calypsonian», que refleja ala perfección cada nota <strong>de</strong> la música plebeya quenutre el habla común <strong>de</strong> Trinidad:Empiezan a trabajar en la canción y One Foot estan bueno que en na <strong>de</strong> na hace la música. Asíque Razor Bla<strong>de</strong> coge una botella y un palo, yOne Foot empieza a tocar en la mesa y se ponena cantar ese nuevo calipso que inventaron. Ramahuty el otro indio que lo ayuda con la costuravienen a oír.–¿Qué te parece este numerito nuevo, papi? –preguntael Bla<strong>de</strong>. Ramahut se rasca la cabeza y dice:–Déjame oír la música otra vez. Así que vuelven a18
empezar, con la mesa y la botella, y Razor seimagina que le canta a un gran público en la Tienda<strong>de</strong>l Calipso, así que le pone todo lo que tiene.Cuando terminan, el tipo que trabaja con Ramahutva y les dice: –Eso es pura bomba.Pero Ramahut le dice: –¿Por qué no te cal<strong>las</strong> laboca? ¿Qué saben <strong>de</strong> calipso uste<strong>de</strong>s los indios?Y eso hace que todo el mundo se eche a reír, jaja-ja,porque Ramahut también es un indio.One Foot se vira para Razor Bla<strong>de</strong> y le dice:–Oye a esos dos indios como discuten <strong>de</strong> nuestrocalipso criollo. ¡Yo nunca había visto cosa igual!Ramahut va y dice: –Viejo, yo soy un trinitariorellollo. Y Razor Bla<strong>de</strong> le dice: –Está bien, buenoes lo bueno, y un chiste es un chiste, pero ¿lesparece bueno? ¿Les parece bueno <strong>de</strong> verdad?Ramahut quiere <strong>de</strong>cir que sí, que está bueno,pero empieza a darle vueltas a la cosa para atrásy para alante, y dice: –Bueno, está so-so– y–No está tan malo– y –Yo los he oído peores.Pero el tipo que ayuda a Ramahut parece comoloco y dale que dale a Razor Bla<strong>de</strong> y a One Footen la espalda y dice que nunca ha oído un calipsocomo ese, que es seguro que va a ser la canción<strong>de</strong>l carnaval. Tira los brazos para aquí y paraallá cuando habla y le da en la mano a Ramahut,y Ramahut se pincha un <strong>de</strong>do con la aguja quetiene en la mano.Esa presencia está ahí, es un imán en la fuerzagravitacional <strong>de</strong>l pasado que actúa sobre nuestraimaginación. En opinión <strong>de</strong> esa mente extraordinariaque fue C. L. R. James, esta urgencia <strong>de</strong> mirar haciaatrás tiene como base la necesidad antillana <strong>de</strong> hacer<strong>las</strong> paces con el pasado social contenido en laesclavitud y generado por ella. Su clásica celebración<strong>de</strong> Toussaint L’Ouverture en ese estudio incomparable<strong>de</strong> la revuelta <strong>de</strong> esclavos en Saint Domingueque es Los jacobinos negros, <strong>de</strong>be haber sidouna expresión y una satisfacción <strong>de</strong> esa necesidad.Es un juego <strong>de</strong> tema e indagación que aparece una yotra vez en la ficción <strong>de</strong> muchos escritores: JohnHearne, Neville Dawes, O. R. Dathorne y SylviaWynter. Se hace evi<strong>de</strong>nte en muchas <strong>de</strong> <strong>las</strong> obras <strong>de</strong>teatro y revela los elementos <strong>de</strong> vergüenza, ambivalenciay posibilidad que he señalado.En su libro The Leopards, el novelista Vic Reidnos ofrece otra dimensión <strong>de</strong>l problema. No habíavisitado África antes <strong>de</strong> escribirlo, pero toda la novelatiene como base su concepción imaginativa <strong>de</strong>ese continente en el contexto <strong>de</strong> los mau mau. Laextraordinaria relación, que evoluciona sutilmente,entre los kikuyu, Nebu y el niño que es mitad blanco,es un ejemplo revelador y hermoso <strong>de</strong> la imaginaciónantillana cuando <strong>de</strong>sarrolla en la ficción elconflicto <strong>de</strong> la reconciliación. La madre <strong>de</strong>l pequeñoes la esposa <strong>de</strong>l europeo a quien Nebu ha matado.El momento <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scubrimiento entre el hombrey el niño, el amargo itinerario hacia ese momento,y la aceptación última constituyen una narraciónsumamente hermosa <strong>de</strong> la lucha interior por librarse<strong>de</strong> una maraña <strong>de</strong> raíces arrancadas <strong>de</strong> un tirónhasta llegar al esfuerzo final <strong>de</strong> la reconciliación:–Yo te quiero, ¿me oíste?El niño dijo rápidamente: –Ya lo <strong>de</strong>scubrí y sépor qué me quieres mucho.–No entiendo <strong>las</strong> palabras <strong>de</strong>l joven amo –dijoNebu con toda seriedad.La vergüenza paterna y los implacables <strong>de</strong>monios<strong>de</strong> la negación y el <strong>de</strong>sprecio que se alberganen el niño están a punto <strong>de</strong> ser exorcizados a medidaque se mueven en espíritu uno en torno alotro y uno hacia el otro. El padre tiembla al bor<strong>de</strong><strong>de</strong> una felicidad que pue<strong>de</strong> ser sellada con una19
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