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Liahona 1995 Agosto - LiahonaSud

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ENTRE AMIGOSELDER VAUGHN J.FEATHERSTONEDe una entrevista con el élder Vaughn J. Featherstone, de los Setenta, realizada por Rebecca M. Taylor.Durante mi niñez, mi padre noestaba mucho en casa debidoa que padecía el graveproblema del alcoholismo. Mi madretenía que trabajar una jornadacompleta para mantenernos, así que yocomencé a realizar muchos de losquehaceres de la casa que comúnmenteella hacía.Mamá me enseñó a fregar los pisos y a lavar la ropa enuna vieja lavadora que teníamos. En ese tiempo, paraexprimir la ropa, teníamos que pasarla por unos rodillosque tenía la lavadora y había que tener mucho cuidadode no agarrarse los dedos con ellos, ya que se podían lastimarseriamente. Siempre lavábamos y enjuagábamos laropa dos veces; y cuando yo la colgaba para que sesecara, esperaba que estuviera tan blanca como la quehabían lavado los vecinos.Mi madre no era miembro de la Iglesia en esa época, ypermitía que decidiéramos nosotros si asistiríamos o no aella. Yo tomé la decisión de ir y siempre me planchaba laropa y me lustraba los zapatos para estar listo para eldomingo.Un sábado, al atardecer, cuando yo tenía unos onceaños, varios parientes de mamá vinieron de otra ciudad avisitarnos y a cenar con nosotros. Esa clase de visitas noeran muy frecuentes, por lo que mi madre pasó todo eldía preparando la comida; hizo carne al horno, con verduras,puré de papas, salsa, ensaladas, pan casero y postre.Cocinó durante todo el día y la vajilla sucia comenzóa amontonarse.Luego de cenar, todos ayudaron a levantar la mesa ydespués se fueron a sentar a la sala aconversar. Recuerdo que yo volví a lacocina pensando: Mamá trabajó durantetoda la semana y ahora, después que todosse vayan, tendrá que ponerse a lavar losplatos hasta altas horas de la noche.Entonces pensé: Yo se los lavaré:En aquel tiempo no teníamos lavaplatos;el lavaplatos que había era alguno de nosotros.Llené la pileta de agua y comencé a lavar. Estuve de pietres horas, fregando junto a la pileta, y de eso aprendíque es mejor lavar la vajilla y las ollas inmediatamentedespués de que se utilizan, antes de que la comida seseque y quede pegada en ellas.Por fin terminé de secar el último plato, de limpiarencima de los gabinetes y de fregar el piso. Fue entoncescuando escuché a nuestros familiares que se iban y amamá que los despedía en la puerta de calle.Poco después se abrió la puerta de la cocina y mamáentró. Se quedó inmóvil un momento, mirando a su alrededor;luego me miró a mí. No puedo describir la expresiónque iluminó su rostro; creo que primero fue deasombro, luego de agradecimiento y después, de algo másque todo eso. Fue una expresión llena de amor y orgullo,y de algo que es imposible de explicar; creo que ustedesentienden. Los ojos le brillaban. En ese momento, toméla decisión de que trataría siempre de poner esa clase deluz en el rostro de la gente.Mamá me abrazó y me dio las gracias, y yo me fui satisfechoy feliz a la cama, sabiendo que ella no tendría quequedarse hasta las dos de la madrugada lavando platos.Aprendí que el prestar servicio a nuestros familiares esbibliotecasud.blogspot.com

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