le pedí que me ayudara en la bendición.Después de eso, me fui a lacama muy preocupado por la saluddel Presidente."Un poco más tarde, empezó atoser. Era una tos profunda y terrible,que no paraba. Como nos encontrábamosen cuartos contiguos, lo oía claramente.Tosía y tosía. Al fin se calmó, yyo me dormí agradecido de que élhubiera podido tener algún alivio."El hermano Lee no me hizo ningúncomentario al respecto al díasiguiente; pero al otro día me dijo:¡Teníamos que venir a la tierra de losmilagros para que nos sucediera unoa nosotros mismos! Y luego procedióa contarme que en el acceso de tosmás violento había arrojado un grancoágulo de sangre. Apenas un añomás tarde falleció de lo que dijeronera una embolia pulmonar."Indudablemente, uno de losmomentos más emocionantes de lavida de Gordon B. Hinckley fue amediados de 1981, cuando el presidenteSpencer W. Kimball lo llamópara que fuera consejero en laPrimera Presidencia. Aunque los quela integraban se hallaban en estadosvariados de mala salud, la PrimeraPresidencia estaba "completa" con elpresidente Kimball y los presidentesN. Eldon Tanner y Marión G.Romney. Sin embargo, en unmomento de clara inspiración y debuena salud, el presidente Kimball lepidió que formara parte de la PrimeraPresidencia como consejero adicional,cargo del cual había amplio precedenteen la historia de la Iglesia."Cuando acepté ese llamamiento",dice el presidente Hinckley, "nosabía exactamente cuáles serían misfunciones, y tal vez ellos tampoco losupieran entonces. Pero las circunstanciasrequerían una asistenciaextra, y yo estaba más que dispuestoa prestarla. Ignoraba si el llamamientosería por unos días o porunos meses."Según resultó, el presidenteGordon B. Hinckley no se alejaría yamás de la Primera Presidencia de laIglesia. En 1982 falleció el presidenteTanner; el presidente Romneypasó a ser Primer Consejero y el presidenteHinckley fue llamado comoSegundo Consejero."Aquella era una responsabilidadenorme y abrumadora", dice."Había momentos en que parecíauna carga terrible. Por supuesto,siempre consultaba a nuestros hermanosdel Quórum de los Doce. Meacuerdo de una ocasión en particular,en que me arrodillé para pedirayuda al Señor en medio de unasituación muy difícil y me vinieron ala memoria aquellas palabras:'Quedaos tranquilos y sabed que yosoy Dios' (D. y C. 101:16). Supeotra vez que ésta es Su obra y que Elno nos dejaría solos, que todo loque debíamos hacer era ponernos atrabajar con nuestro mejor esfuerzo,y que la obra continuaría avanzandosin obstáculos ni impedimentos deninguna clase."Todo saldrá bien. Sigue esforzándote.Cree. Sé feliz. No te desanimes.Todo saldrá bien.Esa y otras experiencias similareslo han preparado para la responsabilidadque tiene ahora."El presidente Hinckley es una personamuy capaz", afirma su amigo B.Z. "Bud" Kastíer, hombre de negociosy líder en la comunidad. "Yo lo comparocon el general lestadounidense]George Patton, que era un soldado detradición pero que supo adaptarse alas cambiantes circunstancias militares.Él es también una persona de tradicionesy muy devota que nosconducirá en medio de las variablescircunstancias del siglo veintiuno."Quizás no haya habido otro quehaya llegado a la Presidencia de laIglesia tan bien preparado como élpara cumplir esa responsabilidad. Alo largo de los sesenta años en queha trabajado en la administraciónde la Iglesia, ha conocido personalmentea cada uno de los ocho profetasque ésta ha tenido en eseperíodo, desde Heber J. Grant hastaHoward W. Hunter, y ellos le hanenseñado y lo han capacitado en elservicio. Como dice uno de suscompañeros:"En la historia de la Iglesia, no hahabido otro hombre que haya viajadotan lejos y tan extensamentellevando en la mente este solo propósito:predicar el evangelio, bendeciry elevar a los santos y promoverla redención de los muertos."Rememorando aquellas nochesclaras de su infancia, el presidenteHinckley dijo hace poco a la Iglesia:"Pocos somos los que nos fijamosya en la Estrella Polar. Vivimos encentros urbanos y las luces de la ciudadno nos dejan ver el asombrosofirmamento: pero, como lo ha estadobibliotecasud.blogspot.com
El presidente Hinckleysaluda al presidente Hunter,Presidente del Quórum delos Doce, en una celebraciónde cumpleaños del presidenteHinckley por sus 80años. Cinco años después, el12 de marzo de <strong>1995</strong>, el presidenteHinckley llega a serPresidente de la Iglesia.durante siglos, la Estrella Polar estáallí, en su lugar, sirviendo siempre deguía y de áncora" ("Que el amor seala estrella guía de vuestra vida",<strong>Liahona</strong>, julio de 1989, pág. 80).Lo mismo se puede decir de él altomar sobre sí el sagrado oficio para elque ha sido llamado, el de Profeta,Vidente, Revelador, Sumo SacerdotePresidente y Presidente de La Iglesiade Jesucristo de los Santos de los ÚltimosDías. Como los profetas que lohan precedido y la certeza delEvangelio de Jesucristo que los haguiado, él también está allí, en el lugarque le corresponde. "Constante... [y]con gran valor". Su constancia, servicioy fe —firmes como las montañas—son como un ancla para todosnosotros. Sin duda, lo mejor quepodemos hacer para sostenerlo ensu cargo es recordar las palabrasdel himno: "¡A vencer, a vencer, avencer!" •bibliotecasud.blogspot.com
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