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VE-17 OCTUBRE 2015

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Cloud negó levemente con la mirada.<br />

—Me gustabas más antes, cuando pedías amor. Me gustabas<br />

más hasta cuando pedías odio.<br />

—Te puedo asegurar que no es por ella. Ella hace mucho tiempo<br />

que ya no forma parte de mí.<br />

Hubo un silencio tenso y largo. Norm supo que era mejor no<br />

insistir a Cloud, ella ya estaba tomando una decisión.<br />

—Está bien —dijo por fin—. En una hora te lo llevará uno de<br />

mis chicos.<br />

—Gracias —respondió y salió del local dejando el dinero sobre<br />

el mostrador.<br />

Decidió volver caminando hasta su piso. No estaba cerca, pero<br />

hacía buena noche para caminar. Por aquel entonces, había un<br />

establecimiento de Sense casi en cada esquina, pero lo que le<br />

conseguía Cloud no se lo conseguía nadie más. El trayecto merecía la<br />

pena y el paseo conseguiría mantenerle ocupado hasta que llegase el<br />

paquete.<br />

Los establecimientos de Sense surgieron como una necesidad<br />

real para la humanidad. Con el paso de las generaciones, el ser<br />

humano había ido perdiendo los sentimientos de forma gradual.<br />

Incluso los niños, desde muy pequeños, se sentaban frente a sus<br />

televisores portátiles durante horas, completamente apáticos y sin<br />

mostrar ningún tipo de emoción.<br />

Sense había desarrollado sentimientos a la carta, en forma de<br />

pequeñas pastillas que activaban zonas dormidas del cerebro y sin<br />

efectos secundarios. O eso era lo que decían sus anuncios. El mayor<br />

efecto secundario era la adicción. El ser humano está programado<br />

para emocionarse, para sentirlo todo, tanto lo bueno como lo malo.<br />

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