Nicholas Sparks - Mensaje en una botella

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le hacía aquellos comentarios y Theresa no podía evitar reír siempre que ocurría. La falta de inhibición de Deanna era una de las cosas que más le agradaban de ella. En verdad no le importaba lo que la gente pensara, y a menudo Theresa deseaba parecerse un poco a ella. Cuando regresaron a la casa, Brian leía el diario en la sala. —¡Hola! ¿Cómo les fue? —Bien —respondió Deanna—. Comimos en Provincetown y luego hicimos algunas compras. ¿Qué tal te fue hoy en el juego? —Muy bien. Si no hubiera fallado en los últimos dos hoyos habría tirado un ochenta. —Bueno, creo que sólo tendrás que seguir practicando hasta que te salga bien. Brian rió. —¿No te molesta? —Por supuesto que no. Brian sonrió mientras hojeaba el diario, satisfecho porque pasaría mucho tiempo en el campo de golf esa semana. Deanna reconoció la señal de que quería seguir leyendo el diario y dirigió su atención a Theresa. —¿Quieres que juguemos gin rummy? A Deanna le gustaban los juegos de cartas de cualquier tipo. Estaba inscrita en dos clubes de bridge, jugaba corazones como una campeona y llevaba la cuenta de cada
vez que ganaba un solitario. Pero ella y Theresa siempre jugaban gin rummy, porque era el único juego en el que Theresa tenía alguna oportunidad de ganar. —Claro. —Esperaba que dijeras eso. Las cartas están afuera, en la mesa. Theresa salió para ir a la mesa en la que habían desayunado Deanna la siguió poco después con dos latas de Coca-Cola de dieta y se sentó frente a ella mientras Theresa tomaba el mazo de cartas. Barajó y las repartió. Deanna alzó la vista. —Tenía la esperanza de que conocieras a alguna persona especial esta semana. —Tú eres especial. —Sabes a lo que me refiero... a un hombre. A uno que te dejara sin aliento. Theresa la miró sorprendida. —En realidad no lo he buscado, Deanna. Sacó el seis de diamantes y Deanna lo tomó antes de descartar el tres de picas. Deanna hablaba en el mismo tono que usaba la madre de Theresa cuando discutían sobre ese tema. —Han pasado casi tres años desde tu divorcio. ¿Acaso no has salido con nadie en ese tiempo? —En realidad no. No desde que Matt como se llame me dijo que no quería a una mujer con hijos.
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Mientras él tomaba su propia bebid
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donde estaba. —Sí, eso supongo
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Comenzaron a caminar en silencio, c
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—¿Catherine? —se le secó la g
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gente que se ha enamorado una vez p
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él, y cuando le sonrió con calide
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—Ya lo verás —respondió. Regr
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había hecho. La cocina estaba a os
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lo lamenté en ningún momento. Ell
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asusta un poco, Garrett, porque si
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sin embargo... ¿cuánto hacía que
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ostro. Él le besó el cabello, y l
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Theresa rió. —Claro que sí. Dij
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comenzó a mostrar algunos signos d
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dejaron el equipaje, Garrett regres
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—. Ni siquiera has leído la prim
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—Es fácil —le dijo a Garrett
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egresaban al camión. —Si quieren
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Él la rodeó con el brazo y la ace
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Ella se acercó y le tocó la mano.
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misma noche, el sentimiento de trai
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es más grande que mi casa. —Sól
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—¿Por qué no? —Bueno, para co
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viniendo para asistir a los torneos
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olvides. —Planea cocinar una comi
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apresurado. Theresa lo llevó a su
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Theresa contuvo la respiración por
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Él dejó caer los brazos a los cos
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La siguiente carta. “Querida Cath
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Capítulo Ocho Garrett tomó un tax
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Una amplia sonrisa se le dibujó en
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se dio cuenta de que todas las vece
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vez que estuvieron solos. —Querí
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Ahí fue donde encontré la tercera
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—Sé que lo crees y parte de mí
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El ruido de la lluvia impidió que
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dejó en casa de una amiga; luego f
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mástil y las velas se estrellaron
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situación así, ése era él. Se a
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vio al Garrett del que se había en
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Lo que más deseo en esta vida es q
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furia. Lo miró largo rato mientras
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