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—¿Catherine? —se le secó la garganta—. ¿De verdad<br />
te interesa saberlo?<br />
Una parte de él quería que Theresa compr<strong>en</strong>diera. A<br />
pesar suyo se perdió <strong>en</strong> el pasado <strong>una</strong> vez más.<br />
—Hola, corazón —saludó Catherine mi<strong>en</strong>tras<br />
levantaba la mirada desde el jardín—. No te esperaba <strong>en</strong><br />
casa tan temprano.<br />
—Tuvimos m<strong>en</strong>os cli<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> la ti<strong>en</strong>da esta mañana y<br />
se me ocurrió que podría v<strong>en</strong>ir a casa para comer y ver<br />
cómo te si<strong>en</strong>tes.<br />
—Ya estoy mucho mejor.<br />
—¿Crees que haya sido gripe?<br />
—No lo sé con exactitud. Tal vez fue algo que comí.<br />
Casi <strong>una</strong> hora después de que te marchaste me s<strong>en</strong>tí mucho<br />
mejor y vine aquí a hacer un poco de jardinería —señaló<br />
hacia <strong>una</strong> pequeña parcela que acababa de sembrar.<br />
—Es maravilloso, pero usaste toda la tierra posible <strong>en</strong><br />
tu persona, ¿no crees que debiste dejar un poco de tierra<br />
para las flores?<br />
Ella se limpió la fr<strong>en</strong>te con el dorso de la mano y se<br />
puso de pie, mirándolo con los ojos <strong>en</strong>trecerrados porque<br />
la brillante luz del Sol los lastimaba.<br />
—¿Me veo muy sucia?<br />
T<strong>en</strong>ía las piernas negras por haber estado arrodillada<br />
<strong>en</strong> la tierra y un manchón de lodo le cubría la mejilla. Le<br />
salían alg<strong>una</strong>s guedejas de la <strong>en</strong>marañada cola de caballo y