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Culdbura nº 3

Revista cultural online de Burgos (ES)

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dejé que la luz natural inunde de vida las ropas del oscuro lecho que ocupa don Miguel.<br />

Todavía estamos solos, pero soy consciente de la premura del tiempo. Debo darme prisa y<br />

terminar esta conversación con mi señor pues necesita preparar ya su alma ante la<br />

llegada de la Parca inevitable a esta casa de la calle del León de Madrid.<br />

-Abrevia, criatura de mi mente. No me atormentes con más preguntas, que si callas<br />

yo sabré decirte aquello que necesitas saber.<br />

-Señor...<br />

-No, no hables, digo. El mundo cambia y los hombres pasan. En septiembre de<br />

1598 muere don Felipe II, y yo escribo en su honra el soneto “Al túmulo del rey Felipe II<br />

en Sevilla”. Entre ese año y 1603 resido en Sevilla, Madrid, Esquivias y Toledo. El mismo<br />

año traslado mi hogar a Valladolid, donde Felipe III había establecido la corte. Me<br />

acompaña mi hija Isabel de Saavedra, huérfana de su madre Ana Franca. Y, en<br />

septiembre de 1604, me conceden el privilegio real para publicar el Quijote. Entonces<br />

¡otra vez la desgracia! es mi horizonte. La noche del 27 de junio de 1605 es herido<br />

mortalmente por un desconocido, ante la puerta de mi casa de Valladolid, en extrañas<br />

circunstancias, el caballero de la Orden de Santiago Gaspar de Ezpeleta. Acudí en su<br />

auxilio, Dios no me perdone si así no lo hiciera, pero a los dos días me detienen junto a mi<br />

familia, es decir, mi mujer, mis hermanas Andrea y Magdalena, Constanza, hija natural de<br />

Andrea, e Isabel, mi hija natural. Todas la mujeres de mi vida, excepto mi madre y Ana,<br />

que ya estaban en la Gloria y se libraron de la afrenta de la gente vulgar que las llamaba,<br />

despectivamente, “las Cervantas”. Estuve sólo un día en la cárcel, pero no me negaron<br />

esa vejación.<br />

Página13<br />

-Lloro por vuestra tristeza, señor. Pero la mañana huele a libertad y ya puedo<br />

escuchar los cascos de Rocinante y la parla de don Quijote con Sancho... ¿No es cierto que<br />

pasan ahora por nuestra calle, don Miguel?<br />

-Siempre los oigo, hermano cachidiablo. En efecto, en los primeros días de 1605<br />

acabó de componer se esta novela, en una de las cuatro imprentas que había por<br />

entonces en Madrid, la situada en la calle de Atocha: Con privilegio,/ en Madrid, Por Iuan<br />

de la Cuesta. Mi novela era, básicamente, una invectiva contra los delirantes libros de<br />

caballería. El personaje, don Alonso Quijano, es el fiel reflejo del hidalgo pueblerino de la<br />

época. Con un mediano pasar y un mortal aburrimiento que combate leyendo día y noche<br />

libros de caballería. Y Sancho Panza, te preguntarás; pues Sancho es fiel y contradictorio.<br />

No entiende de idealismo ni de aventuras osadas; él ve la realidad: molinos de viento,<br />

rebaños de ovejas, galeotes, leones en la jaula... y necesita aliviar el hambre de su tripa,<br />

vivir en paz junto a Juana Panza, y, a lo sumo, suspira por una atractiva ínsula de<br />

Barataria.<br />

-Es privilegio de este cachidiablo adelantar el futuro, y os digo, señor, que un gran<br />

poeta inglés, Lord Byron, dirá de vuestra obra: “Es la más triste de todas las historias, y<br />

es más triste porque nos causa risa; justo es su héroe, y todavía va en busca de la justicia<br />

(...) son sus virtudes las que le vuelven loco”.<br />

-Loco no sé, pero viejo... Aunque estos años postreros son los más fructíferos.<br />

Desde 1585 cuando publiqué La Galatea no había publicado otro libro hasta veinte años<br />

después, con esta Primera parte del Quijote. Entonces conocí un cierto éxito al ganarme la<br />

confianza de los editores. En 1613 aparecieron las Novelas ejemplares; en 1614 el Viaje

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