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-El 7 de octubre de 1571, al rayar el alba, las dos armadas se enfrentaron, aunque<br />
el combate empezó al mediodía. Hacia las cuatro de la tarde, cuando el crucifijo y la<br />
cabeza de Alí Pasha, el comandante turco, aparecieron en el mástil de la nave capitana, el<br />
mar aparecía ensangrentado. Murieron y fueron heridos treinta mil soldados turcos y tres<br />
mil más fueron nuestros prisioneros. Nosotros sufrimos nueve mil bajas mortales y<br />
veintiún mil heridos...<br />
-Y enfermo de fiebres, señor, que bien lo sé: “...cuando se reconosció el armada<br />
del Turco, en la dicha batalla naval, el dicho Miguel de Cervantes estaba malo y con<br />
calentura, y el dicho capitán... y otros muchos amigos suyos le dijeron que, pues estaba<br />
enfermo y con calentura, que se estuviese quedo abajo en la cámara de la galera; y el<br />
dicho Miguel de Cervantes respondió que qué dirían dél, y que no hacía lo que debía, y<br />
que más quería morir peleando por Dios y por su Rey, que no meterse so cubierta, y que<br />
su salud...”.<br />
-Ata esa lengua, cachidiablo. Me corresponde a mí hablar y no callas. “...Y peleó<br />
como valiente soldado con los dichos turcos en la dicha batalla en el lugar del esquife,<br />
como su capitán lo mandó y le dio orden, con otros soldados... De la dicha batalla naval<br />
salió herido de dos arcabuzazos en el pecho y en una mano, de que quedó estropeado de<br />
la dicha mano. Y sabiendo por el dicho señor don Juan (de Austria) cuán bien lo había<br />
hecho, le acrescentó cuatro o seis escudos de ventaja de más sobre su paga”.<br />
-Pobre paga me parece, para tan grave ocasión.<br />
-Veo que no tienes par en zalamerías, pero razón no te falta. “...Y si este parece<br />
pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventaja el de embestir dos galeras por las<br />
proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y trabadas, no le queda al<br />
soldado más espacio del que concede dos pies de tabla del espolón; y con todo esto,<br />
viendo que tiene delante de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan cuantos<br />
cañones de artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una<br />
lanza...”.<br />
Página9<br />
-Decís, señor, en uno de vuestros versos: “El pecho mío, de profunda herida/sentía<br />
llagado, y la siniestra mano/estaba por mil partes ya rompida”.<br />
-Recuerda estas palabras, cachidiablo amigo: En fin, has respondido a ser<br />
soldado/antiguo y valeroso, cual lo muestra/ la mano de que estás estropeado./ Bien sé<br />
que en la naval, dura palestra,/ perdiste el movimiento de la mano/ izquierda para gloria<br />
de la diestra.<br />
Mientras habla mi señor don Miguel, yo enciendo nuevos hachones, dispuestos aquí<br />
y allá en los oscuros rincones de la habitación. Después alivio su calentura pasando<br />
lienzos mojados sobre su rostro. Le incorporo, arreglo sus ropas, acaricio su cabeza...<br />
-En buena hora alumbras mis temores, que debo decirte cosas terribles de mis días<br />
en los baños turcos.<br />
-Soy vuestro más fiel oyente, señor.<br />
-Pues escucha ya que no puedes hacer otra cosa. ¡Y no me interrumpas con tus<br />
suspìros! Regresaba de Nápoles a España en la galera Sol, con cartas de recomendación<br />
de don Juan de Austria y del duque de Sessa, cuando, el 26 de septiembre de 1575, a la<br />
altura de Cadaqués, o de Rosas o de Palamós, nos salió al encuentro una flotilla turca.