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dos extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena; algo cargado<br />
de espaldas, y no mucho ligero de pies...<br />
-Perdonad mi sonrisa, señor, pues os describís con harta gracia. Claro, que<br />
entonces teníais no menos de sesenta años y muchos avatares padecidos.<br />
-Dejadme acabar lo que antes quería decir, cachidiablo. En 1564, en Sevilla, asistí a<br />
una representación realizada por un grupo de actores itinerantes del famoso dramaturgo y<br />
director de escena Lope de Rueda. Fue una revelación ¡voto a...! Desde ese momento mi<br />
ambición ya fue convertirme en dramaturgo de éxito.<br />
-¡Ea, ea, señor! Tranquilo. Habladme de vuestra llegada a esta Corte de Madrid,<br />
ciudad que en 1551 Su Católica Majestad Felipe II nombró capital de España.<br />
-Las deudas le hicieron comprender a mi padre que, después de todo, Sevilla no<br />
era un lugar apropiado para que pudiera abrirse camino un cirujano-barbero. En 1566, mi<br />
familia estaba en Madrid, y yo asistiendo al Estudio de la Villa regentado por el catedrático<br />
de gramática Juan López de Hoyos...<br />
-Gran maestro, señor. Y valedor de vuestros primeros escritos, según creo saber.<br />
-Más sabes tú, pícaro, que lo que te han enseñado. Pero tienes razón. Don Juan<br />
López publicó un libro sobre la enfermedad, muerte y exequias de nuestra reina doña<br />
Isabel de Valois, tercera esposa de nuestro señor don Felipe II, que había fallecido el 3 de<br />
octubre de 1568.<br />
Página7<br />
-¡Recordáis las coplillas populares que cantaba el pueblo a la llegada de la<br />
princesa?: “De Francia viene la niña,/De Francia la bien guarnida”.<br />
-Fueron malos tiempos, cachidiablo. No debes olvidar lo que pasó. El 24 de julio de<br />
1568 fallecía el príncipe don Carlos, tras un penoso lance contra su padre el rey don Felipe<br />
II. Dicen que la reina Isabel se sintió muy afectada por la pérdida de su hijastro, y así<br />
perdió ella también su vida, tras dar a luz a una niña de cinco meses, que murió al poco<br />
de ser bautizada, seguida poco después a la Eternidad por la reina de 23 años “como si se<br />
quedara dormida de algún suave sueño”. En su libro don Juan López incluye tres poesías<br />
de circunstancias escritas por “Miguel de Cervantes, nuestro caro y amado discípulo”.<br />
Aunque yo digo que era un soneto poco inspirado y algo torpe.<br />
-Sin embargo, no erais torpe con la espada. Os recuerdo que en 1569 la Justicia<br />
decía: “Para que un alguacil vaya a a prender a Miguel de Çeruantes (sic)-Sin derechos de<br />
officio-Secretario Padrera. Crimen”. La sentencia era terrible: la amputación de la mano<br />
derecha en público y diez años de exilio de la capital.<br />
-En mal aprieto me encuentro si debo responder a las acciones que nunca cometí.<br />
Se me acusó, es cierto, de haber herido de estocada en duelo a un cierto Antonio Segura,<br />
en Madrid. No me defenderé ahora de ello, pero sí que os pido una reflexión: en<br />
noviembre de 1568 publiqué mis versos dedicados a doña Isabel, y el 15 de septiembre<br />
de 1569 se dicta ese insidioso documento de acusación... Además, qué te da a ti,<br />
diablucho, saber que un hombre de honor usa la punta de su espada para limpiar la<br />
reputación de los suyos; la de mi hermana Andrea estaba en boca de muchos<br />
escarramanes de taberna.<br />
-He leído, señor, un verso vuestro en el que confesáis “una imprudencia juvenil”.