Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
manzana. El tiempo libre, eterno,<br />
longitudinal, se recortaba delante de su<br />
animosidad y los demás le jaleaban sin<br />
dejar de vigilar, tercos como mulas, las<br />
inmediaciones del territorio. Imaginaste<br />
tu vida pegada a su presencia, la<br />
cordialidad pegajosa, los pasos celados<br />
con brío de sombras simiescas. Se<br />
transformarían en los guardianes de tu<br />
silueta, siempre contiguos, con la<br />
sospecha encadenada a cada una de tus<br />
apetencias. Aparecerían en la puerta<br />
antes de que el sol brotara en la línea de<br />
los tejados. Las barbas, rasuradas con<br />
esmero, hincarían la sonrisa maquiavélica<br />
en el helor de la madrugada. Esperarían<br />
las órdenes del día, los itinerarios<br />
modificados a última hora, el recelo<br />
mastodóntico. Masticarías los canelones<br />
rellenos de carne picada con una<br />
sensación de microscopio y la mandíbula,<br />
rítmica, se engolosinaría de hartura.<br />
Confundirías sus nombres de pila, los de<br />
sus esposas y los de sus hijos. Las<br />
pesadillas se tornarían alambicadas,<br />
desnortadas, presagios de un porvenir<br />
trufado de responsabilidades orondas.<br />
Sonreirían al abrirte la puerta del coche<br />
blindado, al cederte el paso en los<br />
ascensores del edificio de oficinas del<br />
centro y al traerte un café con leche del<br />
bar de la esquina. Serían los hermanos<br />
que no tuviste, una especie de quintillizos<br />
jamás enlazados en el corro de las<br />
patatas. Sus rasgos faciales se erguirían<br />
multiplicados por los espejos de la vida<br />
mientras las metralletas, cargadas y<br />
engrasadas, añorarían el aprieto de los<br />
gatillos en el maletero de sus dos<br />
camionetas de cristales tintados.<br />
Tengo muchos proyectos para este<br />
año, y en el tono de la abuela se percibía<br />
un dejo de reciedumbre escandalosa, el<br />
broche de la camisa discreto, la angustia<br />
cercenada en su existencia de<br />
nonagenaria.<br />
Cerrarse en banda a asumir la<br />
dirección de los asuntos de la familia,<br />
sería considerado un delito de alta<br />
traición. Ni siquiera habría un juicio justo,<br />
los abogados decapitados, la sentencia<br />
firme. Tu madre, lacerada en lo más<br />
hondo de su ser, te quitaría el saludo,<br />
cambiaría el gesto al encontrarte por la<br />
calle y escupiría sobre los charcos por<br />
tener que cargar con el oprobio de<br />
haberte engendrado. Solo restaría la<br />
posibilidad de irte de matute del país,<br />
huir de los tuyos y correr por el mundo<br />
en vano con el apellido de tu padre<br />
incrustado en las espaldas. Acabarías en<br />
los suburbios de un barrio marginal,<br />
insistiendo en la precariedad pulcra de tu<br />
inocencia. No habría descanso porque la<br />
familia no olvidaría. Te perseguirían para<br />
lavar la afrenta de la defección, la<br />
superficie de las penitencias áspera, el<br />
hocico de los sabuesos obsesionado. Los<br />
pensamientos se agolpaban en tu seso<br />
con rotundidad de avalancha y el tictac<br />
de un reloj de cuco marcaba el desarraigo<br />
de la negación. Los tablones de las dudas<br />
crujían por doquiera en tu fuero interno.<br />
La abuela tocó una campanilla de sonido<br />
arcaico y de inmediato apareció una<br />
doméstica embutida en un uniforme de<br />
épocas pretéritas. La mujer depositó una<br />
bandeja con dos copas enanas llenas de<br />
un licor de cereza sobre una mesa<br />
auxiliar y desapareció rauda como una<br />
anguila. Los semblantes de los<br />
antepasados convirtieron el brindis en<br />
una apología del ultimátum, los<br />
tratamientos endomingados, el<br />
pimpampum de las consecuencias<br />
irreversible.<br />
Por ti, por la vida que te espera, y<br />
los engorros vagabundeaban por encima<br />
de los caireles de la lámpara del techo, el<br />
piano tapado con una funda de<br />
terciopelo, el mazo de las partituras<br />
impertérrito ante el atril de las<br />
obligaciones.<br />
Página48