Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
de oro. Las camareras sirvieron pastelitos<br />
de crema coronados por petunias de<br />
mazapán: los pastelitos que se le<br />
aparecían a la señora Laurie en sus<br />
ensoñaciones sobre el paraíso. Como<br />
eslógico, alargó unos dedos ávidos hacia<br />
la bandeja.<br />
—No deberías hacer eso, querida<br />
—chistó, rápida y autoritaria, la gárgola.<br />
—¿Tú crees? Tienen una pinta<br />
estupenda... sólo comeré uno. Uno<br />
pequeño –ofreció esperanzadamente la<br />
señora Laurie.<br />
—Sinceramente, las dos sabemos<br />
que tú sabes que no te conviene y que te<br />
subirá el azúcar —siseó un final<br />
escandalosamente amenazador.<br />
—Si son casi nada... —susurró la<br />
anciana—. ¿Y qué va a decir Marie, que<br />
me ha invitado? Si no como ni uno, se va<br />
a creer que se ha gastado el dinero en<br />
balde.<br />
—Sabes que no debes hacerlo; no<br />
podrás detenerte después del primero,<br />
eres débil y te pondrás como una cerda<br />
delante de todas tus amigas... Emma,<br />
que nos conocemos... —ahora el tono<br />
malévolo le babeó por el pico, torcido con<br />
una sonrisa maloliente.<br />
—Pues me apetece —se opuso,<br />
chulesca, la señora Laurie, y con una<br />
hábil maniobra se zampó el pastelito.<br />
—¡Estúpida! ¡Glotona! ¡Todos te<br />
miran pasmados de que puedas estar tan<br />
gorda, y aún comes más! ¡No eres capaz<br />
de seguir ni una sola de tus propias<br />
reglas! —explotó la gárgola; de pura<br />
rabia comenzó a arrancar mechones<br />
enteros de la cabellera rizada de la<br />
señora Laurie y siguió gritándole y<br />
humillándola en público, mientras le<br />
arreaba picotazo tras picotazo, hasta que<br />
la pobre mujer, envuelta en llantos e<br />
hipidos, corrió al baño a vomitar los<br />
tristes restos del pastel y después<br />
escapó, casi asfixiada de vergüenza, del<br />
local, dejando a sus amigas perplejas.<br />
Nadie, ni de sus próximos ni de<br />
sus conocidos, volvió a mencionar el<br />
incidente. La venganza de la gárgola<br />
furiosa se perpetuaba días y días en la<br />
soledad de la cocina. “Limpia eso, sucia”.<br />
“Sí”, obedecía la señora Laurie con un<br />
hilillo de voz. “Nadie te soporta, puerca,<br />
zampona, torpe; menudo espectáculo<br />
diste; no volverán a llamarte”. “No”,<br />
respondía entre lágrimas la señora<br />
Laurie, suplicando para sus adentros que<br />
la terrible perseguidora se calmara y<br />
descansase. Durante las reprimendas<br />
infinitas, sentía que iba a estallar de<br />
pánico, cuando el agrio sonsonete<br />
indesmayable se explayaba hora tras<br />
hora en sus insultos, sus órdenes y sus<br />
premoniciones de desastres. La oronda<br />
gárgola conocía y llevaba el recuento de<br />
cada uno de sus errores pasados; nada la<br />
complacía tanto como “desenrollar el<br />
rollo” y cantarle las letanías.<br />
Pero otras veces, curiosamente,<br />
podía transformarse en una amable<br />
compañera, que piaba blandísimos<br />
consuelos en su oído, halagándola con su<br />
sabiduría y su incomparable memoria —<br />
ambas, muy útiles para la señora Laurie,<br />
quien, desde su infancia, se había<br />
portado como una chiquilla olvidadiza y<br />
poco observadora. Además, la había<br />
salvado de algunos peligros... sí, estaba<br />
muy segura de que, sin su avispada<br />
gárgola, no habría podido adivinar las<br />
intenciones ocultas y resbaladizas de<br />
mucha gente que la había odiado o<br />
engañado. Incluso, la embargaba un<br />
orgullo goloso al verla esponjar las<br />
longuilíneas plumas irisadas de turquesa<br />
y gris, estirar el pescuezo y gorjear con el<br />
pico entreabierto como un pollito, cuando<br />
paseaban juntas al atardecer y se<br />
arrullaban con novedades la una a la<br />
Página40