christiane-f-13-anos-drogadicta-y-prostituta-IX.pdf
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Christiane F, <strong>drogadicta</strong> y <strong>prostituta</strong>, capítulo <strong>IX</strong><br />
Lo más fantástico de todo era nuestra cantera de yeso. Un orificio gigantesco en plena<br />
campiña. Tenía casi un kilómetro de largo por doscientos metros de ancho y cien metros de<br />
profundidad. Con paredes verticales. Abajo, en el fondo, la atmósfera era muy dulce y apacible.<br />
No corría una gota de viento. Y estaba repleto de plantas que nunca habíamos visto en otro<br />
lugar. Ese pequeño valle maravilloso estaba surcado por arroyos cristalinos, por cascadas que<br />
brotaban de los muros. El agua coloreaba la roca blanca de color castaño, el suelo era una<br />
alfombra de piedra blanca, que semejaba osamentas reales de mamuts.<br />
Las gigantescas máquinas excavadoras y los tapices rodantes que durante la semana metían<br />
un ruido infernal, los domingos daban la impresión de permanecer inmóviles y silenciosos<br />
desde hacía varios siglos. El yeso también los había vestido de blanco.<br />
Estábamos completamente solos, separados del mundo exterior por abruptas murallas<br />
blancas. Ningún sonido lograba traspasar este destino. No escuchábamos otro ruido aparte de<br />
aquel que provenía de las cascadas de agua.<br />
Decidimos, por lo tanto, comprar la cascada para que no fuera explotada en el futuro. Nos<br />
instalaríamos en el interior. Construiríamos cabañas, cultivabaríamos un gran jardín, criaríamos<br />
animales. Y dinamitaríamos el único camino que nos condujera a la superficie exterior.<br />
No tendríamos ningún deseo de regresar.<br />
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